INDH, una desunión que debe ser superada

En la mayor crisis de derechos humanos pos dictadura, la ciudadanía ha sido testigo del insustituible rol jugado por el Instituto Nacional de Derechos Humanos, a través de la vigilancia y el socorro de sus voluntarios y de las querellas por abusos y atropellos policiales, bajo la firme dirección de Sergio Micco, un ciudadano histórico en la lucha por los derechos humanos, desde que fuera dirigente estudiantil bajo dictadura y colaborase con la pastoral de la Solidaridad de la Iglesia de Concepción, lo cual le valió ser perseguido.

Resulta extravagante a la opinión pública que, en tan dramático contexto, al que se suma una pandemia que también afecta gravemente derechos humanos sociales, un grupo de consejeros de ese INDH se haya concertado para, apresuradamente, sacar una declaración pública contra su Director, solo por discrepar con una frase teórica dicha por él en entrevista a un matutino. Este acto innecesario puede mermar no solo la autoridad del Director sino la del Instituto mismo.

Lo que dijo Micco no es algo censurable. Al sostener que “no hay derechos sin deberes” no hizo otra cosa que repetir el Artículo 29.1. de la Declaración Universal de Derechos Humanos, según el cual “toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”.

En ningún momento, el denostado Director del INDH “condicionó” el respeto de los derechos humanos al cumplimiento de deberes individuales, como tergiversadamente se le imputó, sino que se refirió al deber correlativo que es inherente a cada derecho, lo cual quedó claro, a renglón inmediato, al ejemplificar su aserto con el derecho a la salud de los ciudadanos, que tiene como correlato el deber del Estado, a través de sus funcionarios, de atender a las personas enfermas.

Como dijese Zeid Ra’ad Al Hussein, ex Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Micco tiene claro que los derechos humanos “no son una recompensa por un buen comportamiento”[1].

No es la primera vez que un grupo de consejeros del Instituto arremete públicamente contra su Director, luego de declaraciones por él formuladas. Ya ocurrió a propósito del debate sobre la sistematicidad de las violaciones de derechos humanos que siguieron al Estallido social, en un momento en que lo principal era la acción para garantizar la protección de los perseguidos.

Es posible que Micco haya incurrido en imprudencia o mal manejo de las comunicaciones, pero no es aceptable ni ayuda al INDH que, en vez de subsanar el mal con espíritu constructivo, se elija el camino de la descalificación personal.

De otro lado, sería horrible caer en la trampa del veto ideológico contra las personas, en una entidad destinada a defender derechos universales, cuyos consejeros, si se ha dado cumplimiento a lo que establece el artículo 6° de la Ley que creó el Instituto, han de ser “personas de reconocida trayectoria en el ámbito de los derechos humanos”. 

Con todo, es indesmentible la existencia, en el corazón del INDH, de una desunión que lleva a lo menos dos años y se asemeja más a un empeño por la utilización de la estructura para intereses particulares que a una discrepancia doctrinaria o ideológica.

En dicho contexto, temas que pueden ser objeto de debates de altura convocados por propio Instituto se transforman en pretextos para agudizar una mera pugna de poder. De esta triste realidad se da cuenta cualquier persona medianamente informada.

En fin, es muy grave que el más importante organismo público encargado de la defensa y promoción superior de los DDHH se vea afectado por una disputa interna de esas características, porque afecta la estatura ética de su cometido y el prestigio de que debe gozar ante la ciudadanía.

A quienes llevamos casi medio siglo en la defensa y promoción de los derechos humanos y no aspiramos a ninguna posición de poder, lo único que nos cabe hacer es un llamado a todos los consejeros del INDH, para que pongan término solemnemente a esta situación y decidan comenzar una etapa nueva, caracterizada por el debate transparente y despersonalizado de las materias que son objeto de discusión doctrinaria, como el multiculturalismo, los derechos reproductivos, etc., la renuncia a todo interés que no sea continuar  cumpliendo las funciones insustituibles de la institución y la instauración de una práctica de trabajo colectivo, en un clima interno carente sospechas. 

[1] Organización las Naciones Unidas (ONU) (2015). Declaración Universal de los Derechos Humanos. Edición ilustrada. Recuperada de http://www.un.org/es/documents/udhr/UDHR_booklet_SP_web.pdf


 

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