Hemos visto con vergüenza y desolación imágenes que muestran a la niña Gualcolda Catrillanca, de 7 años de edad, violentamente reducida en el suelo por policías armados, inmovilizada por la presión de rodilla en su espalda de un PDI, mientras ella está boca abajo, al igual que su madre y su abuela.
¿Qué haría Ud., si ella fuese su hija, hermana, sobrina, o su nieta? ¿Haría lo mismo si no fuese de su familia?
La conducta deliberada de violencia hacia la menor, por organismos del Estado, por no cuidarla de verse expuesta a ser testigo de la violencia hacia su madre y su abuela, de no ser protegida en sus derechos por la propia PDI mientras quedaba desprotegida del cuidado familiar, se sumará en su vida como un nuevo estresor a la ya irreparable pérdida de su padre el año 2018.
Si no hacemos como país algo por ella y por todas "las Guacoldas de Chile", el bienestar personal, tanto físico como emocional de nuestras niñas y niños se seguirá viendo afectados por las violencias a las que se ven expuestos y ello es determinante para la protección futura, para la comunicación con su entorno y para el establecimiento de relaciones interpersonales favorables y el propio bienestar en la adultez.
Revisiones sistemáticas sobre estudios empíricos asociados con traumas complejos o trastornos por estrés postraumático complejo o del desarrollo dan cuenta de alteraciones en los afectos y las relaciones interpersonales como ejes centrales (Villalta et al. 2020). Otros autores informan problemas de apego asociados con la desesperanza (López-Soler, 2008), dificultades en el funcionamiento en la escuela, con sus pares (Kiesel et al., 2014). Entre muchos otros efectos neurobiológicos que nos obligan como sociedad a implicarnos, y a extremar el cuidado de nuestra infancia.
La violencia no permite elegir, se habita para el infortunio y contra la voluntad de las víctimas, con efectos especialmente devastadores para las mujeres y las niñas. Permitir las violencias es seguir aceptando y legitimando un sistema patriarcal cuyas diferentes modalidades de acción, le son indispensables para seguir reproduciendo nuevas violencias. El patriarcado socializa y entrena a hombres y mujeres para ejercer la violencia subordinadamente, según los alcances del poder y el ámbito que se tenga y que se quiera mantener legitimado.
¡Ya basta! No podemos seguir permitiendo la violencia patriarcal en este siglo, y menos de las instituciones estatales chilenas. Es imperativo que todas ellas tengan preparación en la educación y defensa en derechos humanos y en la práctica de los derechos humanos y democráticos. Tenemos que modelar entornos pacíficos con enfoques de derecho.
Necesitamos que especialmente el Ministerio del Interior instruya marcos de actuación que sean conocidos por toda la sociedad chilena, para el actuar de las FFAA y Carabineros, y que sean restitutivas de la integridad física, psicológica y moral de las víctimas, sobre todo si a infancia se refiere, comprendiendo además el rol de protección, respeto y cuidado que deben tener hacia la educación, las y los estudiantes, el personal educativo e instalaciones escolares y universitarias.
Junto con ello, resulta imperativo como sociedad resolver con la mayor urgencia, el reconocimiento de nuestros pueblos originarios, no solo en la nueva Constitución, sino como política pública permanente cuyo fin sea erradicar la discriminación y las desigualdades históricas. Para eso, necesitamos voluntad política y legisladores verdaderamente comprometidos con el cambio social que se demanda.
Envío para ti niña Guacolda, miles de "nanai" para mitigar en algo tu pena.
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