Pedro tiene 2 años. Acaba de ser derivado a la casa de una tía por graves vulneraciones a sus derechos en su familia nuclear. Como él, son más de 6.000 los niños, niñas y adolescentes en el país que, según datos de 2017, participan de los programas de Familias de Acogida Especializada del Sename.
Se trata de niños que han tenido que ser separados de su núcleo biológico e irse a vivir con otras personas, que por lo general son la familia extensa (tíos, abuelos, etc.), producto de la violencia, malos tratos o abandono experimentado en sus hogares. Si bien estos programas se originaron en 2005, van en aumento desde 2010, según un estudio de Unicef, y más ahora por la pandemia y porque se prefiere esta modalidad antes que la de las residencias.
Sin embargo, muchas de estas familias no tienen ni las herramientas ni conocimientos para hacerse cargo. Varias tampoco tienen las “ganas”, pero la justicia les ha instruido cuidar a este niño mientras se logra recomponer el lazo familiar o derechamente se le deriva a programas de adopción.
Estos pequeños son sumamente vulnerables, lo que hace urgente y necesario acompañar, supervisar y guiar estos procesos de instalación, más aún en pandemia, en las casas de sus cuidadores, ayudando a generar una relación vínculo- afectiva sana y armoniosa, que permita al niño tener una buena estancia en todo lo que pueda durar este proceso, a veces hasta dos años.
Por ello, como Fundación pusimos a disposición nuestra metodología, que ya lleva cinco años de implementación en Chile y más de 50 en Estados Unidos, e iniciamos un piloto de apoyo a familias de acogida de la Región de Valparaíso. Es un programa de estimulación temprana, de apoyo a la educación preescolar y de entrega de herramientas parentales, para niños de 2 a 5 años, durante cinco meses.
Una monitora especializada de la Fundación entregará físicamente todas las semanas materiales educativos, de entretención y formativos, como juguetes y libros, a cada hogar que participe en el piloto, a la vez que, dos veces por semana, realizará sesiones de trabajo de manera virtual con el niño y un adulto de la familia de acogida, aplicando nuestra metodología que combina rutinas de educación, entretención y fortalecimiento del vínculo familiar.
Así, nuestra Fundación, al llegar a cada casa, podrá tomar la “temperatura” de los hogares, para que sus integrantes se sientan cómodos y acompañados. Además, debido a la pandemia, muchos de ellos no han tenido educación temprana en los últimos meses, la Fundación reforzará el aprendizaje y desarrollo cognitivo de estos.
Crecer en una familia donde hay afecto y protección es lo que necesita todo niño, pero lamentablemente hoy en Chile algunos no tienen ese derecho. Hago un llamado urgente a llevar metodologías en ayuda, tanto de los cuidadores como de los hijos a estos hogares, solo así podremos avanzar en una infancia más cuidada.
Los padres y cuidadores somos los primeros educadores de nuestros hijos y también somos quienes dejamos las huellas más profundas e imborrables en su alma.
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