Causa y efecto

Las artes y ciencias médicas están dedicadas al tratamiento de las enfermedades o deterioros y lo correspondiente para su atenuación, corrección  o supresión. Mucha de nuestra experiencia parece confirmarlo. Pero sólo parece. Eso sería estar preferentemente preocupados de los EFECTOS que causan los patógenos y solicitaciones físicas a los que estamos expuestos los humanos. Y aunque eso es lo cotidiano y muy relevante para nuestro interés, no deja de ser una creencia limitada de las funciones médicas.

Mucho más ha hecho la indagación médica, desde tiempos muy lejanos, indagando las causas, acciones o agentes que amenazan o agreden la integridad del humano. Buscaron y seguirán estudiando para conocer, controlar o erradicar las CAUSAS. Eso es lo más trascendente y beneficioso de esa disciplina.

Desde jovencitos oímos en clases escolares o charlas de ilustrados que  “…no hay efecto sin causa…”. Y no faltan cuentos, alegorías, fábulas y memorias históricas que nos grafican con precisión la estrecha relación que hay entre ambos términos y los perjuicios de ignorar o menospreciar la relación entre uno y el otro.

Es poco prudente que se gaste tanto respecto de una de esas dos palabras, omitiendo la importancia de la otra. Y la falta de comprensión respecto de su importancia.

Nos inundan mares de tinta y toneladas de ruido contando de las marchas de los “chalecos amarillos” o de las pateras con africanos tratando de llegar a las playas de Europa, de caravanas de centro americanos en el intento de salvar el río inmenso y la funesta pared. De los “coloured” protestando en Alabama o de los cientos y miles marchando airados frente a las puertas de “nuestros éxitos”, sin disfrutar de ellos.

No puede ser sólo noticia el incendio de una máquina, la destrucción de un templo o la mutilación de un humano.

De una u otra manera todos estamos involucrados. Como gestores, testigos, espectadores, actores o pacientes. Ni la distancia en tiempo o espacio nos puede dejar indiferentes. Sabiendo si algo es causa o efecto a lo menos nuestra opinión será más juiciosa y, dado el caso, más decisiva.

Un ejemplo del cual fui testigo me pareció más didáctica que mil campañas, prejuicios o adhesiones.

Conversando allí con un “gringo” amigo, este me dijo, ”Yo sé que nos odian, y eso no es lo más importante, lo que sí me preocupa es ¿por qué nos odian?”

¿Valdrá la pena detallar más lo implícito en ese texto?

A menudo somos testigos y a veces también actores en opiniones, argumentaciones y acciones de protesta o reivindicación.

Demasiadas veces sabemos de violencia en esas causas salvíficas. Cuanto más destructivo y cruento, más notable y repetida la notoriedad de la noticia, y más plañidero el lamento, pero ¿cuánto lo que se dice o hace respecto de la causa u origen del descalabro? ¿Bastará con contar heridos, daños y demoras en caminos después de un accidente carretero? A veces pedimos la intervención de la legalidad para contrarrestar la inquina y animosidad que nos tienen en el barrio. ¿Y cuántas veces es mucho más que enemistad y mucho más que en el reducido espacio de la vecindad?

Si, hablo de “ese” caso, pero también de “ese otro” que es más antiguo y mucho más serio y del que tú sabes, que muchos desconocemos. Tratado uno por uno según su mérito, como si fuéramos científicos médicos sabremos patógenos (CAUSA), encontraremos patología (EFECTO) y con calma e ingenio vendrá la solución.

Después no habrá un tema que nos atormente siendo noticia cierta y dañosa.

Pensado y planteado de esa manera sólo queda una expresión, “…al que le quede el manto, que se lo ponga.” Y a cada uno de todos el que le corresponda,  para no quedar “desnudos, en descampado.”    

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