¿El huevo o la gallina?

"Estamos en tiempos difíciles" le decía un colega a otro. Ello, a raíz de la noticia que el domingo había aparecido en el diario local y que decía relación a la coalición que médicos especialistas habían realizado en la ciudad, se habían puesto de acuerdo en cuanto cobrar.

"Imagínate, ni los médicos que hacen un juramento de servicio público se salvan" le respondió, haciendo una revisión histórica referente a todos los escándalos que a nivel nacional se habían destapado ese año en el país en todos los sectores políticos y varias empresas.

El escenario era terrible, parecido al fin del mundo. “¿Quién podrá salvarnos?”, dijo riendo la secretaria del jefe que en ese instante llegaba a la cocina de la empresa a prepararse un café.

Los tres conversaban, se lamentaban. A ratos se reían mientras esperaban que el hervidor terminara de hacer su trabajo para poder verter agua caliente en sus tazones.

La señora de la empresa de aseo, subcontratada, los escuchaba en silencio. No levantaba su cabeza, hasta que se comenzaron a despedir.

“Ya me voy, tengo que llamar a un primo que trabaja en la dirección del tránsito, se me venció la licencia y me dieron hora como para tres meses mas, seguro el me da una mano”, dijo el mas antiguo.

"Ojalá te vaya bien, yo llamare a un amigo que es jefe de carrera en la universidad, es que a mi hijo no le dio el puntaje para entrar, le falta re poco eso si”.

La secretaria, última en irse, se percató que a uno de los colegas se le había quedado un paquete de galletas tipo cocktail. Estaba abierto, miro para todos lados, saco dos y luego salió de la cocina.

Sarita, la auxiliar que contempló la escena, como Condorito quedó “plop”, exigiendo una explicación.

Si, sin duda que los diversos panoramas que hoy vemos en el país, en las empresas y hasta en nuestras mismas familias puede que sean desoladores, pero ¿podemos hacer algo?

Cuando hice esta pregunta en el auditorio donde di mi última charla, las respuestas fueron variadas pero en la misma dirección.

"Que vamos a hacer nosotros. Mire el actuar del gobierno, mientras ellos no resuelvan los problemas..."

"Somos personas de clase media, vivimos el día a día. Nos tenemos que adecuar no más, no queda otra".

"Y qué vamos a hacer además de funar a los políticos y a las empresas por las redes sociales. No tenemos poder de cambiar las cosas en nuestra propia empresa, menos en la ciudad y mucho menos en el país”.

Me quedé en silencio un momento y me tomé de la ultima respuesta. Los llamé a partir por algo, nosotros podemos generar el cambio, si solo tuviéramos buenas relaciones con los colegas. Si nos saludáramos y no fuéramos máquinas. Si nos conociéramos y reconociéramos con los colegas, seguro el ambiente del trabajo será mejor, seguro seremos más felices.

Mi intervención fue muy apasionada, yo creo que solo por eso, y por respeto, nadie soltó una carcajada. Lo digo por las respuestas que tuve.

"Suena lindo oiga, pero es que usted no trabaja acá pues, no sabe como es nuestra realidad".

"Podría ser profesor, pero mientras no cambien las condiciones de trabajo, que vamos a hacer".

"Es que usted no sabe como es nuestro jefe, si yo creo que ni en la casa lo soportan".

"Que mas nos gustaría que tener lindos días en el trabajo, pero me acuerdo cuanto me pagan y me deprimo, ya lo quiero ver con mi sueldo a usted".

"Mientras no cambien las políticas de recursos humanos, nada podemos hacer".

Ahora fui yo el que esbozo una sonrisa, con sus respuestas se me vino a la mente el viejo dilema, qué es primero, el huevo o la gallina

La verdad es que no lo sé, y creo que nadie lo sabe. Pero si lo aplicamos a nuestra vida en sociedad, en el trabajo, con los amigos, en la familia ¿qué es primero? ser yo quien de el paso para relacionarnos, ser yo quien salude primero en el trabajo, aunque arriesgue no recibir el saludo de vuelta, ser yo quien hable primero para reconciliarnos de una pelea tonta, o esperar, a que sea el otro.

"Sí, mejor espero, porqué tengo que ser yo, si yo no hice nada malo" y el otro piensa lo mismo y así se nos pasa la vida con emociones negativas, con resentimiento, con ánimo de venganza, con odio, con revanchismo y así seguimos viviendo en el mal ambiente.

Según el psicólogo Martin Seligman, fundador de la Psicología Positiva, estas emociones negativas no hacen mas que predisponernos “negativamente", valga la redundancia, a la vida, al día a día, a despertar en las mañanas y recordar que tuve una pelea que no se ha resuelto, a "pasarnos rollos" respecto de ella y a de apoco empezar a fruncir el ceño y terminar la ducha mañanera amargado. ¿Queremos eso?

Vivimos esperando que la esposa pida disculpas, vivimos esperando que el gerente cambie, vivimos esperando que la Presidenta haga su trabajo, y, por mientras, vivimos en la amargura.

Robin Sharma, coach internacional y autor del libro "El líder sin cargo" en una frase que podría ser considerada como “loca” dice: "el compañero de trabajo difícil puede ser un ángel para que nosotros desarrollemos la comprensión”.

Sí, que el tipo pesado, desagradable, que nadie aguanta en la empresa es un ángel. Y la pregunta es: ¿por qué yo tengo que tratar de comprender al desagradable, acercarme a él? ¿por qué mejor no es él quien hace un análisis interno y se da cuenta de lo insoportable que es?

¿Por qué yo tengo que "sacrificar mis momentos alegres" para tratar de integrarlo? Y yo les respondo con otra pregunta, ¿Y por qué no?

San Agustín dijo hace muchos años, cuando las cosas en la sociedad no andaban muy bien (como ahora parece): "Decid que los tiempos son malos, sed vosotros mejores y los tiempos serán mejores. Vosotros sois el tiempo".

Es nuestra responsabilidad hacer que este mundo sea mejor, parta por la casa, no le pido que sea candidato presidencial, parta con sus amigos, con sus colegas, pero parta ya y déjese de preguntar si el huevo es primero que la gallina o al revés.

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