El aporte invisible de las mujeres del campo

Cada 15 de octubre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Rural, fecha que busca reconocer la contribución que hacen las mujeres campesinas en el desarrollo de los territorios rurales a través de la defensa de la soberanía alimentaria y la erradicación de la pobreza rural.

Este día nos llama a reflexionar sobre la vulnerabilidad persistente que afecta a las mujeres rurales en Chile y su precarización, esto a pesar que su aporte económico es fundamental para el sustento de la vida familiar campesina, ya que son ellas quienes garantizan la soberanía alimentaria de sus comunidades y a la vez la subsistencia de sus familias, desempeñando múltiples roles productivo y reproductivo.

La agricultura campesina familiar es la principal proveedora de alimentos en América Latina, y son las mujeres las que aportan cerca de la mitad de lo que comen los 600 millones de habitantes de la región. Según cifras de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, en nuestro país un 92% del total de explotaciones agrícolas corresponden a la agricultura familiar, contribuyendo a la producción de alimentos, a la generación de bienestar, y también a la conservación y resguardo de los bienes comunes.

Según la FAO, si las productoras y trabajadoras agrícolas tuvieran las mismas condiciones que los hombres, sería posible alimentar a 150 millones de personas más en el mundo. Si bien las mujeres son una de las piedras angulares de la economía rural, en comparación con los hombres, sólo obtienen una fracción de la tierra, del crédito, de los insumos y de la formación e información agrícola que ellos reciben.

La brecha de género en la propiedad de la tierra está históricamente relacionada con factores como la preferencia masculina en la herencia, los privilegios de los hombres en el matrimonio y la tendencia a favorecer a los varones en su distribución. A esto se suman los sesgos de género en el mercado de tierras. Por ello, las mujeres han quedado explícitamente fuera de la propiedad de la tierra, y en Chile las mujeres campesinas tienen acceso sólo a un 30% de las tierras destinadas a la producción agrícola.

Lamentablemente, las condiciones de trabajo de las mujeres del campo siguen siendo precarias, vulnerabilidades que se multiplican al estar ellas vinculadas en múltiples actividades productivas.

En el caso de las mujeres asalariadas agrícolas el Censo Agropecuario del año 2007, señalaba que el 88% de las mujeres que trabajan en el sector agroexportador del país, lo hacen sólo de manera temporal, es decir, 4 o 6 meses al año. De ese total, sólo el 12% trabajaba de manera permanente, es decir, con contrato indefinido, empleadas por una empresa.

Organizaciones como la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, han denunciado constantemente la situación de vulnerabilidad que viven las mujeres que se desempeñan en los predios para la agro exportación donde destacan los peligros de intoxicación por plaguicidas, la falta de fiscalización en packing, la ausencias de contratos laborales, entre otros temas.

Por otra parte, las mujeres productoras agrícolas desarrollan una valiosa producción de alimentos basado en cultivos tradicionales, el cuidado del medio ambiente y en la conservación de semillas nativas lo que reguarda la biodiversidad del planeta. Ellas hacen los cultivos, cuidan los animales y además se encargan de la comercialización de sus productos y artesanías, los que están destinados principalmente a los mercados locales y a la subsistencia familiar.

Las pequeñas productoras, no tienen acceso a tierras cultivables suficientes; menos aún a créditos, tanto de tierra como de vivienda. Así mismo, los actuales proyectos hidroeléctricos y de monocultivos ponen en riesgo la producción campesina tradicional ya que limita los recursos naturales a los que ellas históricamente han tenido acceso como los bosques, las costas, el agua, etc.

Sin embargo, frente a este complejo panorama bajo el cual se desenvuelven las mujeres del campo, actualmente existen programas destinados al fortalecimiento de su identidad, organización y capacidad productiva.

Desde el año 1992 más de40.000 mujeres han participado del Programa de Formación y Capacitación para Mujeres Campesinas, impulsado por el Convenio INDAP PRODEMUque tiene por objetivo apoyar a mujeres campesinas y/o pequeñas productoras de familias rurales, para contribuir al incremento de sus ingresos, mediante la consolidación de iniciativas económico productivas asociadas al mundo rural y promover su autonomía económica, primer paso en su proceso de empoderamiento.

Esto último, con el objetivo de garantizar la participación de las mujeres en todos los procesos de toma de decisiones relacionadas con su territorio, así como el acceso de ellas, en condiciones de igualdad, a la tierra, el agua y otros recursos naturales.

Hoy el desafío es reconocer socialmente el tremendo aporte que hacen las mujeres campesinas a la economía y a la cultura del país, valorando su trabajo y fortaleciendo políticas cuyo horizonte sea acabar con las desigualdades y vulneraciones de derecho que ocurren en el campo chileno.

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