De forma persistente, incluyendo el último debate de Anatel, ha sido el trabajo el gran ausente. Omitido por los medios, omitido por buena parte de las candidaturas en este largo ciclo electoral de 2021 y omitido en las prioridades del debate y la política pública.
Las y los trabajadores han sido invisibles durante un largo período en nuestro hemisferio, y las consecuencias en la cohesión social dejan huella en la segmentación del centro-periferia del debate público y comportamiento electoral que hemos visto en Estados Unidos (costa contra interior), Francia (chalecos amarillos) y Reino Unido con su opción por el Brexit que tuvo el norte industrial como factor desequilibrante.
Caso distinto es Alemania, que tuvo un cambio de conducción en una nueva e inédita coalición gubernamental que colocó al trabajo como eje programático del partido mayoritario de ésta.
En Chile; cuando uno de los focos del debate presidencial son las frases infundadas respecto a la migración y el trabajo, cuando vemos la desafección en comunas populares con las elecciones o cuando el miedo es un factor que altera la participación democrática por tramo etario; vemos el descuido de la política por el trabajo y sus expresiones persistentes en el conflicto extralegal que se mantiene en las y los trabajadores sujetos al actual Código del Trabajo.
El trabajo es la base de cualquier proyecto común, ya que produce y reproduce la desigualdad que no es tan sólo económica, sino que también del poder y su distribución que hoy se discute en nuestra Convención Constitucional y que es la oportunidad de fortalecer nuestra democracia a través de una nueva relación entre el Estado, el mercado y la sociedad civil.
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