El gobierno ha anunciado intervenciones escalonadas para paliar la crisis actual. Estas se materializan con ayuda a personas, trabajadores y empresas. Nuevas intervenciones deberían apuntar a reducir el desempleo y la falta de dinero.
Para anticipar el desastre social que implica el desempleo, hay una propuesta monetaria para enfrentar a la crisis denominada lanzar dinero en helicóptero. Aunque este término fue acuñado en la década de los ´60 por Milton Friedman, como una crítica a la emisión inorgánica, hoy tiene un objetivo distinto. Inyectar liquidez es usado por algunas economías en respuesta a un fenómeno financiero complejo.
La incertidumbre de la evolución de la pandemia y sus efectos sobre el sector real y no sobre el monetario, son aún impredecibles y por más que se realicen esfuerzos bien intencionados y macro prudenciales, lo seguro es actuar sobre la demanda agregada.
Un mayor estímulo fiscal permitiría el aumento de la actividad económica, sin costo inflacionario permanente, dado el comportamiento de los precios relevantes de la economía nacional e internacional.
El helicóptero debería ser implementado a través de mecanismos que permitan focalizar en la recuperación del consumo interno y reflotar las expectativas de las familias. Esto requiere la coordinación del fisco y el Banco Central. Sin embargo, con la actual ley no se puede, por lo que se deberían evaluar otras acciones .
La primera idea es que el Estado se financie con su propio Banco Central, modificando el artículo 27 en forma transitoria para permitir flujo directo desde sus reservas.
Si no existiese acuerdo político, se podría interpretar el tercer párrafo del artículo, sobre la existencia de una guerra exterior (en este caso contra el virus). Para ello sería necesario convocar al Consejo de Seguridad Nacional, tal como lo establece este artículo. Si fuese así, ello no debería ser mirado con recelo, sino solo con el pragmatismo que amerita la emergencia.
Del lado de la financiación privada, se podría reinterpretar el artículo 57, como un programa especial de compra de activos para que el Banco pueda “administrarlos y enajenarlos”, en convenio con las empresas que lo requieran, reduciendo el tiempo, los costos de transacción y de agencia de los bancos privados y de las empresas de crédito.
En el corto plazo esto permitiría ganar liquidez y mantener una garantía real. Luego, en el mediano plazo, será posible discutir con el sector político e institucional, la pregunta de tipo estructural ¿Debería el Banco Central proteger exclusivamente al sistema financiero o podría actuar contingentemente sobre la economía con más instrumentos que el actual?
Del lado fiscal, mayor liquidez se lograría rebajando transitoriamente el IVA, lo que actuaría abaratando el consumo de las familias no-ricadianas, aquellas que no pueden actuar optimizando su gasto, es decir, los pobres y más vulnerables de nuestro país.
Las finanzas públicas (impuestos) pueden seguir siendo la variable de política fiscal, aunque deberán ser revisitadas en la pos pandemia para ajustar la carga y discutir su integración.
Por tanto, el relajo impositivo propuesto no es gratis, el gasto en la emergencia debe ser pagado en el futuro. Sin embargo, ¿está la sociedad dispuesta a actuar según el dicho “una mano lava a la otra”? Debería ser así.
En el futuro aumentar el IVA en forma temporal y presionar sobre reducción de las prácticas como elusión y evasión son fundamentales. Además de otras iniciativas, por ejemplo, de la reformulación del impuesto a la herencia, que podría ser la forma más efectiva de reducir la inequidad intergeneracional. También será posible avanzar en nuevos impuestos verdes.
El problema en definitiva no es crear dinero, sino crear actividad económica y lograr la reactivación. El gobierno, con el espacio fiscal disponible, debe balancear la economía y no necesariamente el presupuesto. Esto implica acciones no convencionales, la idea de balancear presupuestariamente el año solar, no tiene un correlato para las familias más vulnerables.
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