La negociación ramal es un tema fundamental para el movimiento sindical chileno. Para entender su importancia es necesario recordar cómo, durante la dictadura militar, se implementó una arquitectura política diseñada para desmantelar el poder de las y los trabajadores. José Piñera, cerebro detrás de las reformas laborales de ese período, comprendió que para imponer el neoliberalismo -sin resistencia alguna- era crucial debilitar al sindicalismo que había acumulado derechos y fuerza política desde las primeras huelgas a finales del siglo XIX, llegando al poder en 1970, en alianza con los partidos de la Unidad Popular.
El primer golpe al movimiento sindical fue la eliminación de la negociación por rama. Con esta medida, se desmanteló la capacidad de las y los trabajadores para organizarse en sindicatos nacionales y contar con la fuerza que le permitiera, realmente, equilibrar la balanza frente a los empleadores. Una herramienta poderosa para avanzar en la conquista de derechos, especialmente en la mejora de los salarios a nivel nacional.
A pesar del retroceso impuesto por la dictadura, en Chile hemos visto experiencias de negociación ramal y multinivel tras la recuperación de la democracia. Ejemplos notables incluyen las negociaciones de los trabajadores forestales y los subcontratistas del cobre en la década de 2000, así como la negociación colectiva del sector público y la negociación nacional del salario mínimo. Además, se han dado avances en diálogos más allá del salario, como los logrados entre los sindicatos y los empleadores en la minería.
Si queremos ver a otros países, tenemos el caso uruguayo, que en 2005 implementó la negociación ramal. Lejos de perjudicar la producción o el crecimiento económico, se convirtió en un pilar para la estabilidad laboral y para la reducción de la pobreza, contribuyendo, según la OIT, a una distribución más equitativa de los ingresos sin afectar negativamente la competitividad del país. La negociación ramal no solo no afecta negativamente la economía, sino que puede ser un factor clave para el desarrollo inclusivo y equitativo.
El anuncio del Presidente Boric sobre este tema en su Cuenta Pública, en junio pasado, es valorado como un avance desde la CUT y un cumplimiento con los compromisos adquiridos en su programa de gobierno. La respuesta alterada de los gremios empresariales no es una sorpresa y era de esperar, porque ven que este nuevo posible escenario sí puede generar cambios profundos que beneficien a las y los trabajadores.
Ejemplo de ello han sido las constantes declaraciones de los diferentes representantes de los empresarios criticando esta propuesta, enfocándose en que afectará la producción, golpeará el crecimiento y que no se puede "presionar" al empleo formal. Todos lugares comunes de la verborrea empresarial y neoliberal, que no genera ninguna condición de desarrollo y muchas condiciones de explotación.
Lo cierto es que la negociación ramal no solo se enfoca en los salarios, sino que también abarca los desafíos del mundo del trabajo en el siglo XXI, como la incorporación de nuevas tecnologías, la digitalización y la inteligencia artificial.
Este cambio profundo, que muchos comparan con una nueva revolución industrial, no puede ser abordado sólo desde la óptica de la reducción de costos. Es necesario que este proceso se centre también en mejorar la calidad de vida de las y los trabajadores y sus familias, evitando la precarización del empleo. Con el envío del proyecto de negociación ramal, Chile tiene una oportunidad histórica para avanzar en este sentido. Hacemos un llamado a los empresarios a no rehuir este diálogo que contribuirá al desarrollo del país completo.
Este desafío crucial, no solo es una deuda que el país tiene con sus trabajadores y trabajadoras, sino que es una oportunidad para establecer metas de productividad por sectores, discutir condiciones específicas de trabajo, y contribuir al desarrollo económico e industrial del país. Negarse a discutir estos temas es mantener el mismo enfoque ideológico rígido que tanto daño le ha hecho a nuestra patria.
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