Los últimos meses se viene hablando mucho del "metaverso". Por algo, Mark Zuckerberg ha confirmado el cambio de nombre de su compañía dejando atrás Facebook para renombrarla como Meta.
Desde su óptica, se trata de un futuro apasionante. Un mundo nuevo que expande el actual, en donde los entornos y economías virtuales convivirán en armonía y plenitud con la realidad "de carne y hueso", tal como la hemos conocido por más de 10 mil años de historia de la humanidad.
Del metaverso se habla cada vez más, aunque muchos no entiendan bien de qué se trata. Eso es entendible, pues el metaverso, como lo imaginamos, en realidad no existe. Y cuando exista, probablemente no sea como lo imaginamos. Hoy lo que tenemos son mundos virtuales inconexos que funcionan como banco de prueba, y solo el 2032 podrían estar disponibles las tecnologías que permitan cumplir con la promesa del metaverso.
La tecnología verdaderamente inmersiva a escala y accesible, para miles de millones de humanos en tiempo real, requerirá de un aumento de por lo menos mil veces la eficiencia computacional actual que hay en el mundo.
Bien por el futuro. Pero más me preocupa el presente. Dejar de lado el tecno-centrismo y reconocernos como personas más que seres digitales. No debemos obnubilarnos tanto por las tecnologías del futuro, mientras tenemos una sociedad y país fragmentado, con heridas del mundo analógico.
Dentro de la sociedad chilena hay distintos niveles de indignación y lucha. Se busca un mejor trato, el fin de desigualdades y abusos molestos que se han perpetuado por décadas. Pero paralelamente se clama por mayor unidad, paz, reparación, un convivir en armonía y la recuperación del respeto. Los desafíos por construir una mejor sociedad son inmensos, reales y actuales. No requiere de (gafas) Oculus Quest 2.
Pienso también en la CONFIANZA. El último estudio ICREO indica que ésta ha crecido levemente hacia marcas y empresas, pero la confianza hacia las instituciones como un todo se mantiene en niveles bajos. A las empresas les asigno un rol clave en la mejora de la convivencia y confianza a nivel país. Pueden avanzar en transformar el lugar de trabajo, generando una cultura de empatía y compromiso; o bien, cambiando la experiencia de servicio del cliente.
Invito a las empresas a pensar su propósito. De manera integrada con la cultura y estrategia de desarrollo de la compañía. Definirlo claramente; articulado, medido y activado en toda la organización, estrategia de negocios, de productos y de marketing. La mayor parte de los equipos de la organización se deben sentir comprometidos e involucrados con él.
No se malentienda, esto no se trata de no tomar las oportunidades existentes para conectar de una forma distinta, llevando experiencias a nuevos límites con las audiencias. Eso también hay que hacerlo, de forma coherente y consistente con las definiciones estratégicas de la marca. Simplemente no olvidemos que un mejor futuro se construye desde el presente.
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