Pareciera existir consenso entre los intelectuales y analistas político-económicos respecto de que se nos vienen tiempos difíciles. Creo que ya llegaron hace dos o tres años. Estancamiento económico, crisis política e institucional, y conflictos sociales en el plano local. Crisis sanitarias, guerras -activas y potenciales- y problemas financieros preocupantes desde China, en el ámbito global.
Seguramente, estos años 20 serán complicados. No esperemos que todo se resuelva antes de 2024. Al menos en Chile, muy probablemente, nuestra crisis institucional se tomará la década completa.
Ahora bien, los tiempos difíciles no solo traen calamidades, sino que también logran forjar hombres -y mujeres- fuertes. Hoy tenemos mejores empresarios que hace tres años atrás. El entorno implacable los ha obligado a cambiar sus modelos de negocio y tomar riesgos. De hecho, en las mediciones que hemos realizado en Fundación Emprender observamos una fuerte alza en la forma en que ellos perciben su adaptación al entorno, y una mejora en su capacidad para tomar decisiones complejas.
Muchas empresas han quebrado, pero cuando una empresa muere, queda un empresario "libre", que busca un nuevo emprendimiento a desarrollar. Esto es sumamente importante, puesto que en Chile tenemos el sesgo de medir y apoyar a la empresa, y no al empresario que está detrás. Sobre todo en estos tiempos difíciles, el foco -tanto privado como público- debería estar en desarrollar a la persona empresaria a través de una cultura emprendedora. ¡Cuánto de esto hemos visto en Fundación Emprender! Por eso mismo, cada vez reafirmamos más nuestro compromiso con el empresario. Porque los hemos visto fracasar, al borde de la quiebra, cambiándose de rubro o abriendo nuevos negocios. En resumen, no sabemos cuánto tiempo va a durar una empresa, pero sí tenemos la seguridad que un empresario lo será hasta el final de sus días.
En el debate actual se discute si puede existir un "Estado empresario". Creo que efectivamente el Estado puede jugar un rol más activo en el desarrollo económico, con planes que entrelacen la geopolítica con una estrategia de desarrollo a largo plazo. Sin embargo, la categoría de "empresario" dista de este rol, no solo porque el Estado es impersonal, sino que por la sencilla razón de que la característica más importante del empresario es que arriesga "la piel en el juego" -the skin in the game, como dicen los gringos-. El Estado, por su tamaño y posición social, jamás estará en una situación con ese nivel de riesgo.
En uno de sus sermones, cuando el Imperio Romano se venía abajo y todas las certezas del mundo conocido se difuminaban, San Agustín de Hipona escribió "Nos sumus tempora: quales sumus, talia sunt tempora". Nosotros somos los tiempos: así como somos, así son los tiempos. Se viene años muy difíciles, pero de nosotros depende hacerlos mejor. Un papel privilegiado tienen los empresarios, quienes mueven al país y abren nuevos caminos, para que los tiempos sean mejores.
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