“Tomemos decisiones informadas”

La frase de la ministra del trabajo Evelyn Matthei, vertida sobre el manejo individual de los fondos previsionales, captura el absurdo que puede alcanzar la versión nacional del modelo actual de sociedad.

Chilenos comunes y corrientes debemos pretender entender de la Bolsa y del juego accionario, manejando los fondos AFP del A al E , dependiendo de nuestras apreciaciones del comportamiento del mercado.

El corolario de nuestra responsabilidad bursátil sería entonces, que cada uno no tiene sino que culparse a sí mismo, si sus ahorros se evaporan en un abrir y cerrar de ojos.

Este efectivo truco (o seducción) refleja la invencible capacidad de legitimación del modelo, definiendo reglas de juego que nos hacen sentido como sujetos autónomos y con opciones –que supuestamente, somos.

Ya el sociólogo francés LucBoltansky nos advirtió sobre el mecanismo de sobrevivencia del capitalismo, basado en su adaptación a los tiempos y culturas donde se desarrolla.

Así, en su versión actual, el modelo privilegia la lógica del sujeto self-made que tanto nos acomoda imaginar. Cada cual es el artífice de su destino.

El Estado no tiene rol –o uno reducido- en el juego, porque ‘no olvidemos que la intervención del Estado fue parte de un experimento marxista que llevó al país al borde del abismo’.

La fórmula de legitimación sería simplemente irrisoria si no fuera porque tiene un efecto brutal en todos los que participamos del juego, y no hay forma de no hacerlo.

No sólo porque nos tenemos que convertir en corredores de bolsa in promptu, sino que porque, gustándonos ser reconocidos como eficientes de esta manera, las desigualdades e injusticias derivadas no son responsabilidad de nadie más que de nosotros mismos.

Claro, “deberíamos saber cómo se comporta el mercado”.

Somos “negligentes”. O “estúpidos”. Pero es responsabilidad propia, sin duda.

Son precisamente estos mecanismos de legitimación los que requieren ser desenmascarados –así como los discursos políticos y de otra naturaleza que les sirven de apoyo.

Porque, ¿cómo es que consideramos justa la potencial pérdida de nuestra jubilación si no manejamos bien los vaivenes de la bolsa?

¿Cómo es que un sistema que no sólo no funciona para la mayoría, sino que beneficia exclusivamente a una minoría, continúa siendo considerado moral y justo?

Una lógica similar –pero que ya hace agua- está detrás de la justificación del lucro en la educación y el lucro en el sistema de salud. El absurdo se hizo evidente en la educación.

Ser cliente de un servicio que entrega capacitación dejó de ser razonable para la gran mayoría de los chilenos.

¿Lo será pronto el sinsentido del pago forzado a instituciones que cosifican la salud de la población?

¿Existe la posibilidad de que reemerja la noción de derechos fundamentales protegidos y garantizados por el Estado que, después de todo, adquiere legitimidad a cambio de esta protección que es supuestamente su razón de ser?

¿O, como nos aconseja la Ministra, continuaremos tomando las mejores y ‘más informadas decisiones’ como partícipes del mercado donde se transan nuestros derechos?

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