Chile siempre vulnerable. Frase fuerte si no se explica que cualquier persona puede sufrir una carencia en cualquier momento de su existencia. Las vulneraciones que mayormente nos afectan son las sociales, frente a sentirnos indefensos ante las injusticias; las alimentarias, frente a desastres naturales, guerras o conflictos políticos; las económicas, frente a la falta de posibilidades de producir recursos económicos; y las laborales, frente a la precariedad laboral.
Ahora bien, conforme al desarrollo humano, nos vemos expuestos a otras vulnerabilidades que nos afectan planetariamente como son las informáticas, frente a ataques a los sistemas computacionales; las ambientales, por los cambios y pandemias que experimenta nuestro hábitat; y las físicas, frente a los desastres naturales.
Estas últimas semanas hemos visto con mucho dolor e impotencia los megaincendios que han arrasado con todo a su paso. Estos desastres no han sido aislados. En el verano de 2017, las regiones de O'Higgins, Maule y el Biobío fueron afectadas entre el 18 de enero y el 5 de febrero, convirtiéndose en un episodio mundial denominado "tormentas de fuego". Otro incendio de gravedad innegable fue el ocurrido en diciembre de 2022 en la quebrada de Nueva Esperanza, en de Viña del Mar; y por estos días vemos como desde las regiones del Maule a La Araucanía se concentran siniestros que han obligado a establecer estado de Excepción de Catástrofe y toque de queda en zonas específicas.
Si a ello le sumamos que Chile se encuentra en el llamado "cinturón de fuego" del Pacífico, la zona del mundo más activa sísmicamente, y que los terremotos son frecuentes, nuestra geografía también nos expone a otros desastres naturales como son maremotos, erupciones volcánicas, desbordes de ríos, las megasequías, aluviones, marea roja y los propios incendios forestales que estamos viviendo. Todos eventos que han aumentado en el tiempo y en magnitud, y por tanto se hace necesario actualizar el conocimiento ya sea por los nuevos factores que aporta el cambio climático o el historial chileno de desastres naturales.
Es decir, por vivir en Chile estamos y estaremos siempre expuestos/as a una vulnerabilidad socio-física y ello requiere de educación y conocimiento actualizado de modo de evitar, prevenir y/o reducir los riesgos a los que se expone la población que habita el territorio. Esto debe estar garantizado como política de Estado en cualquier gobierno.
En tal sentido, irrumpe la metodología de Aprendizaje-Servicio (Service-Learning; Aps; A+S) como una pedagogía experiencial que permite combinar el aprendizaje del conocimiento actualizado con el servicio comunitario en un proyecto articulado con la sociedad civil, aprendiendo en conjunto distintos saberes asociados a las asignaturas del curriculum escolar, o bien desde las distintas actividades curriculares que tienen las carreras técnicas y/o universitarias, de modo que se lleven al aula los problemas del país con el fin de mejorarlos en conjunto, dejando capacidades instaladas en las comunidades para adquirir habilidades cívicas y desarrollar la ética profesional.
En Chile, no muchos liceos o escuelas utilizan esta metodología aun cuando está recomendada en la asignatura de Tecnología. En cambio, desde la Responsabilidad Social Universitaria (RSU) impulsada desde 2001 por el Proyecto Universidad Construye País, la metodología de Aprendizaje y Servicio se ha implementado en las universidades chilenas con bastante éxito, cuestión que impulsó desde el año 2011 la constitución de la Red Nacional de Aprendizaje Servicio de Chile (REASE) que agrupa instituciones y académicos/as de distintas universidades nacionales que implementan en sus cátedras la metodología.
Con ello quiero señalar que existen condiciones de formación metodológica para convocar al profesorado universitario a resolver desde las cátedras algunos de los muchos problemas de país junto a estudiantes que aprenden y descubren su profesionalidad. Se requieren convenios con el Estado y las universidades que permitan la institucionalización del Aprendizaje y Servicio con fines de desarrollo, compromiso e innovación social al unir el problema territorial con el aprendizaje universitario. También se requieren comunidades que estén dispuestas a resolver sus problemas ayudadas por estudiantes en formación profesional, en un aprendizaje bidireccional respetuoso del saber experiencial, ancestral y científico.
Hoy la catástrofe que dejan los incendios requiere de ayuda que puede ser resuelta por estudiantes técnicos y/o universitarios en formación profesional, que pueden levantar -por ejemplo- estudios agroclimáticos, de eventos adversos, planificación del manejo del riesgo de las forestales, estudios de escasez hídrica, apoyo a la ciudadanía sobre financiamiento y o créditos para restituir sus viviendas, enseres y fuentes de producción, manejo de recursos legales para cobrar seguros, operativos veterinarios para asistir animales heridos, nuevos planos reguladores y planos para la construcción de viviendas definitivas y seguras, instalación de red de agua potable, sanitaria, eléctrica, de telecomunicaciones, construcción de caminos, restauración patrimonial, atención de salud, psicológica y psiquiátrica, educación escolar presencial y no presencial, levantamiento de catastros sociales, estudios que permitan cambiar la matriz productiva de las zona afectadas, y porque no, brigadas militares y civiles para emergencias asociadas a los desastres naturales de nuestro país que operen en tiempos de paz.
Sabemos que reconstruir con pertinencia territorial se demora muchos años, pero si iniciamos el camino con la metodología de Aprendizaje y Servicio y la participación y apoyo activo de las universidades y liceos chilenos, no solo aprenderemos sirviendo sino también nos pararemos más rápido como país al favorecer la innovación de los nuevas generaciones, junto con fortalecer una ciudadanía responsable y comprometida para transitar hacia un país más justo y siempre solidario.
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