En el mundo laboral que hoy vivimos, donde la inteligencia artificial, la automatización y la incertidumbre global son parte de nuestra cotidianidad, las llamadas habilidades blandas o competencias genéricas se han convertido en un valor diferencial de los y las profesionales del siglo XXI. Ya no bastan los conocimientos técnicos: el mercado y la sociedad exigen personas capaces de colaborar, escuchar, adaptarse, reflexionar, liderar y actuar con ética.
Según el World Economic Forum - Future of Jobs Report 2025, el 39% de las habilidades laborales actuales cambiarán antes del 2030, y entre las más valoradas emergen con fuerza la resolución de problemas complejos, la resiliencia, el pensamiento crítico, la inteligencia emocional y el liderazgo. ¿La razón? Son precisamente aquellas capacidades que resultan imprescindibles para enfrentar entornos cambiantes y desafiantes.
En esta misma línea, organismos internacionales como la Unesco, el Iesalc y la OCDE han remarcado que las instituciones de educación deben avanzar hacia modelos pedagógicos centrados en el desarrollo humano integral. Esto implica enseñar para aprender a convivir, a participar, a decidir y a transformar.
Para el caso de la carrera de Contador Auditor -en la que practico la docencia-, la Federación Internacional de Contadores (IFAC) también lo ha dejado claro. En su Norma Internacional de Educación N° 3, establece que los futuros contadores y auditores deben formarse en habilidades como el pensamiento crítico, la comunicación efectiva, el trabajo en equipo, la gestión de personas, el liderazgo, la adaptabilidad y el compromiso con el aprendizaje permanente (Iaesb, 2019). Esto demuestra que incluso en disciplinas tradicionalmente asociadas a lo técnico, las competencias genéricas ya no son opcionales, sino que son fundamentales.
Un reciente estudio que desarrollé junto a la docente Digna Azúa de la Pontifica Universidad Católica de Valparaíso y publicado en la Revista de Investigación Aplicada en Ciencias Empresariales, evaluó el impacto de la metodología vinculada al medio, Aprendizaje y Servicio (A+S) en la formación de estudiantes de la carrera de Contador Auditor e Ingeniería en Control de Gestión de la Universidad de Chile.
A través de asesorías reales a microempresas, los estudiantes pusieron en práctica contenidos de la asignatura "Fundamentos de Costos", al mismo tiempo que desarrollaron competencias como la responsabilidad social, el trabajo en equipo y la rigurosidad profesional. Más del 80% del estudiantado percibió avances concretos en estas habilidades, y casi el 90 % valoró positivamente la experiencia.
Este tipo de evidencia debe llevarnos a una reflexión profunda: ¿Se están formando profesionales para que puedan rendir bien en las pruebas estandarizadas, o para resolver problemas reales en entornos complejos y colaborativos? ¿Se están desarrollando profesionalmente solo técnicos eficientes o ciudadanos comprometidos?
Incorporar metodologías activas comprometidas con la sociedad en la que estamos viviendo no solo mejora el aprendizaje disciplinar, humaniza la enseñanza. Su inclusión también permite que el conocimiento salga del aula, se vincule con el territorio y cobre sentido en contextos concretos. Formar estudiantes capaces de aplicar lo que saben, pero también que sepan escuchar, empatizar, adaptarse y liderar con propósito.
La formación profesional del presente y del futuro requiere una mirada más amplia y más conectada con la realidad. En este caso, la relevancia no es solo profesional, sino que también social y personal, transformándose en un foco para la educación y la sociedad en su conjunto.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado