En un mundo donde las nuevas generaciones redefinen constantemente sus formas de relacionarse, los adultos enfrentamos el reto de adaptarnos a este cambio. Uno de los temas más cruciales en el ámbito educativo es el papel de los docentes en el aula: cómo ejercer su liderazgo con autoridad, sin cruzar la línea hacia el autoritarismo. Para abordar este desafío, es esencial entender claramente la diferencia entre ambos conceptos.
La autoridad no es un atributo inmutable, es un juicio que los estudiantes emiten y, por lo tanto, está en constante evolución. La autoridad legítima se construye cuando los alumnos reconocen y valoran al docente como un guía en su proceso de aprendizaje. Este respeto es fundamental para establecer un ambiente propicio para el desarrollo educativo.
En contraste, el autoritarismo se caracteriza por un control excesivo que ignora las necesidades del grupo. Un docente puede caer en esta trampa al recurrir a amenazas o sanciones frente a estudiantes desafiantes, sin ofrecer un espacio para el diálogo y la reflexión.
Otro aspecto clave es entender la diferencia entre autoridad y liderazgo. La autoridad permite al docente mantener el orden y abordar problemas inmediatos, como solicitar silencio en clase. Sin embargo, el liderazgo va más allá: implica comprender las razones detrás del desinterés de los estudiantes y buscar soluciones que los inspiren. En lugar de simplemente pedir silencio, un docente que ejerce liderazgo podría decir: "Noto que la energía está baja hoy. ¿Qué podemos hacer para que esta clase sea más interesante?"
Fomentar tanto la autoridad como el liderazgo es esencial, pero requiere un esfuerzo consciente. Un primer paso importante que podemos dar es que las escuelas abran más espacios de formación para sus equipos directivos, docentes y estudiantes, pero centradas en la adquisición de herramientas de diálogo que faciliten la creación de puntos de encuentro y relaciones significativas entre educadores y alumnos. Muchas veces confundimos hablar, discutir, debatir o negociar con dialogar, pero son artes diferentes.
Para que podamos transformar los conflictos en oportunidades y establecer puentes entre las diferencias se requiere diálogo. Solo así podremos construir un ambiente en el que la autoridad sea respetada y el liderazgo prospere, transformando nuestras aulas en espacios de aprendizaje inclusivos y dinámicos.
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