Reflexionando sobre lo que ha pasado este mes, luego de las llamadas "megaelecciones" y tomando en cuenta nuestra actual realidad de pandemia, me atrevo hacer un paralelo a la situación actual del sistema escolar de Chile y decir que el camino a una educación de calidad se basa en trabajar con las diferencias, adaptarse a los cambios y dialogar para tomar decisiones.
Hoy, quizá como nunca antes, el rol de la familia y la escuela ha estado cercanamente ligado. Algunos dirán que fue a la fuerza, otros que ha sido muy poco. Lo cierto, es que vemos que las escuelas en contextos vulnerables que han logrado continuidad de sus procesos educativo son las que han sabido adaptarse a este tan difícil contexto, incluyendo mucho más que antes a las familias en el proceso educativo. Si bien todos estos cambios no han sido perfectos, hemos podido valorizar la importancia del rol docente y de la familia en la educación, y a su vez la importancia de la presencialidad para lograr el desarrollo integral de nuestros hijos.
También, mirando el vaso medio lleno, hemos tenido el privilegio de trabajar con "salas virtuales" más chicas. La mayoría por llamadas de teléfono, otros por videollamadas de WhatsApp y unos pocos por Zoom o Classroom. Esto ha permitido observar más cercanamente, incluso entrando a las casas de los alumnos, la rica diversidad de nuestras salas de clases pero a su vez visibilizar lo necesario y difícil que es responder a cada una de esas necesidades.
Más de 20 organizaciones de la sociedad civil comprometidas con la educación de calidad, equitativa e inclusiva, formamos una red llamada "Acción Colectiva por la Educación", que está desarrollando un proceso de diálogo ciudadano con el objetivo de levantar la opinión de las propias comunidades educativas para construir una hoja de ruta con los principales desafíos en educación que tenemos como país.
La iniciativa "Tenemos que hablar de Educación" ha propiciado que más de 13.000 personas entre niñas, niños, jóvenes, apoderados y trabajadores de la educación dialoguen, desde sus distintos puntos de vista, para lograr un camino de mejoras que permanezcan en el tiempo y permitan sentar las bases de esa educación de calidad que tanto anhelamos.
A pesar del clima intolerante, agresivo e incierto que estamos viviendo, hay un Chile que logra usar las diferencias, ajustarse a los cambios y dialogar en busca de entendimientos. Confío que este es uno de muchos ejemplos de una sociedad participativa, que genera un clima digno de imitar para contribuir adecuadamente a la importante tarea que tenemos por delante de escribir una nueva constitución.
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