La formación de doctores ha tenido un fuerte aumento en los últimos años, pasando de cerca de 200 a más de 1.200 egresados al año. Esto nos plantea un desafío como país, al considerar que más del 80% de los profesionales con grado de doctor se emplean en la academia, la cual tiene una capacidad limitada de ir generando nuevas vacantes para recibir a estos egresados.
En ese sentido, surge la interrogante de cómo mejorar este panorama y de paso aprovechar el conocimiento avanzado de cara a las oportunidades y problemáticas que tiene el mundo productivo, en un contexto donde los cambios tecnológicos y nuevas tendencias avanzan cada vez de forma más acelerada.
Para ello es importante dar una mirada a la experiencia internacional, en especial al caso de Australia, donde -de acuerdo a un estudio de académicos de la Universidad de Monash- el número acumulado de profesionales con un doctorado aumentó aproximadamente de 135.000 en 2016 a 185.000 en 2021. Mientras que el número de puestos académicos sufrió una reducción considerable, pasando de 54.086 a 46.971 en los mismos años. Así, la población de personas con un doctorado superaba hasta en cuatro veces las vacantes laborales disponibles en las universidades.
Suena como un panorama similar al chileno. Pero, ¿qué hicieron las y los australianos? Allí las universidades tomaron un rol central, generando programas que propiciaran una mayor vinculación con la industria, pero con una base de apoyo estatal.
En efecto, se creó el "Programa Nacional de Doctorado en la Industria", lanzado por el Gobierno australiano este año, con el objetivo precisamente de facilitar el intercambio de conocimientos entre la academia y el mundo productivo.
Con una inversión de USD 201 millones, dicha iniciativa -actualmente en curso- busca que los candidatos a doctorado desarrollen un proyecto de investigación co-diseñado con la industria, en los diversos sectores de la economía, buscando así aumentar la movilidad laboral de estos profesionales.
En detalle, son dos ámbitos de acción, uno enfocado en aquellos profesionales que buscan generar una investigación vinculada con alguna empresa; y el otro destinado a personas que ya se encuentran trabajando en la industria y esperan desde ahí generar soluciones para sus compañías. Con esto, esperan cumplir con su meta de incorporar 1.800 doctores en empresas en los próximos 10 años.
En Chile tenemos que ser capaces de analizar esta y otras experiencias que nos permitan sacar lecciones y generar propuestas adecuadas para nuestra realidad local. Y ya hay algunos avances. Por un lado, algunas casas de estudio, como Universidad de La Frontera, hemos desarrollado doctorados de corte tecnológico o profesional, donde los doctorandos desarrollan sus trabajos de tesis en la industria o en la entidad donde posteriormente podrán trabajar.
Pero no es lo único. Las y los vicerrectores de Investigación y Postgrado del Consorcio de Universidades del Estado nos reunimos y elaboramos una propuesta que apunta a ámbitos concretos a desarrollar, la cual fue entregada como insumo al Ministerio de Ciencia y con el cual seguimos trabajando esta temática en una mesa de trabajo.
Dentro de las propuestas ya socializadas con el Ministerio de Ciencia se encuentran: incorporar en el diseño curricular y en el perfil de egreso materias referidas a Innovación y Emprendimiento -un ámbito clave-; potenciar desde etapas tempranas de formación de doctorados la visión e iniciativas de creación de empresas de base científica-tecnológica (EBCT); generar instrumentos estatales que incentiven el desarrollo de programas conjuntos entre universidades e industria y sector público y de paso modificar la normativa existente, ya que algunas normas jurídicas son limitantes para generar esos vínculos con las empresas, entre otras.
Sin duda no es lo único. En el extranjero también hay experiencias que muestran la importancia de contar con oficinas de transferencia tecnológica cada vez más robustas y conectadas con el mundo productivo, para permitir acercar las soluciones científicas a los desafíos de la industria.
En este camino nos encontramos. Ahora, es fundamental abrir espacios de discusión entre las universidades y el mundo industrial para conocer su visión y evaluar cómo potenciar el trabajo conjunto, algo en lo cual personalmente estoy trabajando con el convencimiento de que el conocimiento científico debe trascender a las aulas, potenciar el desarrollo productivo y de paso, generar nuevas soluciones ante los desafíos que enfrentamos como sociedad.
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