Durante todo este año 2024, primero desde la ONU y luego desde Elige Educar, se nos ha advertido que de aquí al final de la década habrá un déficit de profesores en todo el mundo, incluido Chile. Y si nos concentramos en las y los docentes de Ciencia (en Chile principalmente Biología, Química o Física) el déficit será aún mayor que en otras asignaturas.
¿Cuáles son las razones de esta falta de profesores de Ciencia? Éstas incluyen muchas hipótesis posibles, por lo que no hay una única respuesta. Por supuesto, está investigado y registrado que la dictadura cívico-militar fue especialmente dura con estos profesionales, lo que llevó a la precarización de la carrera docente. También existen estudios que muestran que algunos temas relacionados con la insatisfacción de los profesores de Ciencia son los malos sueldos, la sobrecarga de trabajo y la falta de infraestructura (laboratorios, por ejemplo) y recursos pedagógicos para realizar las clases, entre otros. No obstante, en las últimas dos décadas se han realizado esfuerzos por mejorar las condiciones laborales y de formación inicial de los profesores, como la ley de Carrera Docente o la Beca Vocación de Profesor, sin embargo, parece que estas medidas no han sido suficientes para aumentar la motivación por convertirse en profesor o profesora de Ciencia. Al parecer, la hipótesis principal que explica esta falta de profesores pasa más bien por las difíciles condiciones laborales en que las y los docentes realizan sus clases y que provocan tanto un bajo interés por las carreras de pedagogía en ciencias como una alta tasa de deserción los primeros cinco años de ejercicio docente.
¿Por qué existe esta deserción que, comparativamente es más alta en Chile que en países desarrollados? Aquí también hay muchos factores. Uno de los primeros es que la formación inicial, en la mayoría de las universidades de Chile, no genera una experiencia de práctica profesional satisfactoria y significativa para los profesores en formación. Muchas veces se propone que los profesores son tan importantes como los médicos o los abogados, pero los profesores no tienen, generalmente, una práctica profesional en que se puedan sumergir en la cultura escolar pasando, por ejemplo, seis meses en un colegio realizando todas las funciones de un profesor contratado. Generalmente sus experiencias son más bien de observación. Pero, ¿qué beneficio recibe un profesor o una escuela por recibir a un estudiante de pedagogía en práctica? Básicamente ninguno. En otros países del mundo, el trabajo de mentoría o de ser un profesor guía es recompensado por el Estado o la institución, por ejemplo, restándole horas de su jornada o incluyendo un pago extra por guiar al estudiante en práctica.
En países como Alemania de hecho, los profesores no se titulan cuando salen de las universidades, sino que reciben su título luego de pasar 1 año bajo la supervisión de un profesor con experiencia y que, finalmente es el gremio de docentes quien otorga la certificación. Algo inimaginable en Chile. Si los profesores en formación tuvieran una mejor experiencia en sus prácticas profesionales y el Estado se preocupara más de su primer año de inserción laboral, seguramente tendríamos menos deserción. Las universidades, por lo tanto, deberían trabajar por generar verdaderos campus clínicos en asociación con escuelas y liceos donde sus estudiantes puedan ir a aprender de la escuela, así como también a aportar con sus ideas y esfuerzo a la formación real de nuestros estudiantes. ¿En qué medida un profesor en formación puede evaluar si su enseñanza fue significativa para sus estudiantes si generalmente esta experiencia no va más allá de enseñar una unidad de contenido durante un semestre?
Una segunda parte entonces debería ser el que escuelas, liceos y colegios tengan la logística para apoyar a los profesores que parten en su carrera. Deberían tener menos horas de clases de las que tienen los profesores experimentados y deberían compartir con algunos de ellos, esta transición desde el mundo universitario al profesional, reflexionando en conjunto sobre el quehacer profesional docente.
El 50/50 de horas lectivas y horas de jornada debe llegar a ser una realidad lo antes posible, ya que esto implicaría que el profesor y la profesora de ciencias, podrían dedicarse a preparar mejor sus clases, evaluar de diferentes formas a sus estudiantes y realizar trabajo colaborativo con docentes de otras asignaturas. Clases que muchas veces no son de su especialidad. El profesor de Biología tiene que hacer clases de Química, o el de Química hace clases de Física, lógicamente porque hay escasez de profesores de Ciencia. Con menos horas frente a curso, además el o la profesora tendría más oportunidades de colaborar con sus colegas para poder implementar el currículum extenso y ambicioso que tenemos hoy en día.
En nuestra experiencia de investigación y acompañamiento en la enseñanza de la Biología y las Ciencias de la Tierra, hemos colaborado con profesores y profesoras que van desde recién egresados hasta con aquellos con 10, 15 o 20 años de experiencia. Cada uno ha llegado a nuestros talleres, cursos o postítulos en busca de mejorar sus clases, porque en el centro de su quehacer están sus estudiantes y su aprendizaje. Profesores que llegan en enero, un sábado o en días de semana después de su horario laboral. Docentes de quienes hemos aprendido y hemos generado materiales, actividades y recursos innovadores que han sido incluidos en publicaciones en revistas científicas y en libros de editoriales nacionales e internacionales. Docentes que sienten una gran satisfacción de compartir con niños, niñas y adolescentes, y de tener la oportunidad de contribuir al desarrollo de la sociedad y de las generaciones futuras y que han encontrado en nuestro grupo una comunidad donde aprender y compartir sus conocimientos y experiencia, y donde se sienten valorados como profesionales de la enseñanza.
Cuando la sociedad y el Estado valore así a los profesores por el aporte invaluable que realizan día a día y esto se demuestre con condiciones de trabajo óptimas y políticas de atracción y apoyo a la formación inicial y continua, deberíamos apartar el fantasma de la escasez de profesores de ciencia y de todas las asignaturas. Todo esto requiere de más recursos, pero cuidado porque actualmente ya existe mucho dinero aportado a la educación, mas muchas veces éste se pierde, se mal gasta en las corporaciones municipales o en otras instancias administrativas.
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