¡Fracaso educacional!

Es admirable la capacidad que mostró la Intendenta y el Alcalde de Santiago, para rasgarse las vestiduras ante los distintos medios de comunicación en relación a los acontecimientos ocurridos en el Instituto Nacional. Los delincuentes- en toda su g ama - se hacen, en virtud de la nula intervención de la familia, el Estado y las organizaciones sociales encargadas de instruir, acompañar y educar a la persona humana.

Cuando se oyen las intervenciones de algunas autoridades en referencia al joven alumno portador de las bombas molotov y otros hechos al interior del colegio señalado, pareciera que ellos miran desde un palco absolutamente ajeno y sin ninguna responsabilidad que interrogue el propio fracaso educacional del cual puede ser objeto.

Hechos como los que vemos  no surgen de la nada, sino que son una muestra fehaciente de que el país perdió su horizonte y la magia que antaño produjo héroes, se cambia por la mafia de la indiferencia social crónica, el individualismo mercantil, la pobreza valórica, la genialidad para mentir, manipular y descartar.

Nuestros jóvenes, ante un escenario sombrío y carente de posibilidades para soñar y cultivar el frenesí del alma, caen en un pesimismo enemigo de lo bello, de lo simple, lo profundo y  lo eterno.

Sin duda que los delincuentes no son sólo a quienes se les acusa, sino todos y cada uno de los que pudimos hacer algo sin hacerlo, situación que habría cambiado – probablemente - el destino de quienes ahora con tanta arrogancia y liviandad se les imputa como tales. 

¡Qué fiasco la educación en Chile! el símbolo de ello son las iniciativas de represión e invasión policial a las que se recurren habitualmente ante eventos que ayer alcanzaban acuerdos con el diálogo, el respeto y el sentido común.

Quizás la acción más burda, desatinada y oscurantista de la que seamos protagonistas sea la revisión de las mochilas, hecho que sin duda ahonda en la violencia y la negación para educar. Qué pena,  venció el imperio de la opresión, la dictadura y el abuso del poder.

De no haber un cambio “copernicano”, pronto en cada esquina acabaremos siendo registrados por instrumentos que violen nuestra integridad y dignidad, abusando sin parangón ni límites de nuestra soberana libertad.

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