En este año 2025 estamos celebrando el 80° aniversario en que nuestra insigne poetisa y maestra Gabriela Mistral obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945, constituyéndose como la primera y única latinoamericana que lo ha recibido hasta el momento. Entre tantos acontecimientos que están pasando a nivel nacional y mundial, esperamos que este importante aniversario no pase desapercibido, y recordemos una vez más con respeto y admiración a esta gran mujer que sigue siendo un referente de humanismo y compromiso, entregándonos pensamiento y sentimiento sobre los grandes temas de desarrollo del ser humano.
Fueron tantos los temas que abordó en sus poemas y prosa, que uno siempre encuentra orientación vigente sobre tópicos tan relevantes como las desigualdades, la situación de las mujeres, los jóvenes y de los pueblos originarios; la religión y la espiritualidad, la vida rural, el trabajo y una amplia gama de aspectos vinculados a la educación. Entre ellos, y son menos conocidos, están el conocimiento y las relaciones que Gabriela tuvo en relación a la educación de la primera infancia.
Entre sus tantos aportes, su pensamiento sobre la importancia y oportunidad que debe tener la formación de los niños y niñas en los primeros años de vida, que ha sido circunscrito a la limitada expresión "el Niño es ahora", que es mencionada en casi todo discurso o exposición que se haga sobre este tema, cabría recordar lo que realmente dijo en 1948, es decir hace 77 años atrás. Expresó bajo el título "Llamado por el niño": "Muchas de las cosas que hemos menester tienen espera: el Niño no. Él está haciendo ahora mismo sus huesos, criando su sangre y ensayando sus sentidos. A él no se le puede responder: mañana. Él se llama 'Ahora', pasados los siete años, lo que se haga será un enmendar a tercias y corregir sin curar".
Ahora que estamos nuevamente siendo parte de un período preelectoral donde se ofrece todo tipo de leyes, políticas y programas, el tema de la educación parvularia vuelve a ponerse en la pizarra de las ofertas, y todo tipo de organizaciones, vuelven una vez más a señalar con antecedentes súper conocidos, la relevancia de este nivel educativo y a expresar proyectos para ampliar la cobertura, la matrícula, la asistencia de los niños y niñas a los jardines infantiles, entre otros.
Quienes hemos estado toda nuestra vida profesional trabajando en este nivel educativo, y tenemos claro que la ley de salas cunas lleva 118 años desde que se promulgó, que los problemas del nivel son sistémicos y no basta con proponer medidas-parche para resolverlos, pensamos en nuestra gran Gabriela, en qué estaría diciendo ella en cuanto al que el Niño no puede esperar más. Cuántas generaciones han pasado sin experimentar esa educación parvularia qué esta gran maestra señalaba que debía hacerse con dulzura, alegría, en contacto con la naturaleza, vinculada a la realidad y recogiendo los sentidos e intereses de los niños y niñas de la primera infancia.
Ella que conoció personalmente a María Montessori, al doctor Ovidio Decroly, a grandes educadoras de la primera infancia latinoamericana, entre ellas las maestras kindergarterinas chilenas que le enseñaron la esencia de este nivel educativo, no podría entender qué es lo que sucede con esta atención educativa a esta altura del supuesto desarrollo del país en el siglo XXI. Se preguntaría, además, dónde está la familia, entregando su amor insustituible y la formación valórica que tanto necesitamos en estos tiempos, en un trabajo integrado con las instituciones educativas que atienden párvulos y las que forman los profesionales y técnicos que se desempeñan en ellos.
Ojalá que con motivo de la celebración de estos 80 años de nuestra Gabriela, que es uno de los pocos referentes que nos van quedando, podamos realizar un mejoramiento sustancial de nuestra educación parvularia y básica, ya que deben ir juntas en función a los grandes fines educativos para una sociedad más humana que aporte a un desarrollo sostenible que nos enorgullezca realmente como chilenos y chilenas en estos tiempos.
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