La banda de los overoles blancos
El genial escritor Mario Levrero describe en su libro llamado “La Banda del Ciempiés”, la aparición cada cierto tiempo de un grupo de personas disfrazadas que se organizaban con la forma de ese miriápodo, sólo para desaparecer después de destruir y sembrar el pánico.
Hoy tenemos nuestro símil en la banda de los jóvenes ¿estudiantes? de overoles blancos que actúan cubiertos con estos buzos destinados a combatir protegidos, como alguien advirtió lúcidamente, el fuego, y ambientes tóxicos destructores.
Quizá este sea su mensaje simbólico crítico a través de acciones violentas con tintes anarquistas /nihilistas y con resabios anómicos recubiertos probablemente de frágiles envolturas ideológicas.
La anomia, donde se pierde la confianza y el sentido basados en que la sociedad y la comunidad entregará los recursos necesarios prometidos para desplegar un proyecto de vida que se muestra como el futuro ideal que los llevará a la felicidad, puede tomar en los adolescentes la vía de búsqueda de lo placentero de forma desregulada (drogas, alcohol…) o la violenta, donde se vulneran las normas y límites establecidos.
¿Sólo son delincuentes como teoría explicativa? En este caso, la opción disruptiva devela que estructuras educativas, familiares y socioculturales, claramente fallaron en la tarea de socializar y generar civilidad contempladas en una ética mínima pacífica basada en la dignidad de la persona, la libertad, la justicia, y el bien común, debido a una creciente disolución de los capitales sociales de comunidad, identidad y sentido.
El autor termina el libro cuando el detective que investiga a la banda, plantea provocadoramente que esta sólo fue creada para generar noticias en los diarios.
La respuesta de su interlocutor fue, “es la mejor teoría que he escuchado, pero está tan lejos de la verdad como todas las otras”.
La banda de los overoles blancos seguirá apareciendo.
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