La esperanza se educa, se construye

La esperanza venció al miedo, esa frase dicha y escrita varias veces expresa un deseo, una dirección y un sentido de vida que a varias voces se convierte en solidaridad, bien común, justicia; en valores humanos compartidos. La esperanza no es una espera vana en un futuro lejano que está por venir. No es inmovilismo. La esperanza se construye, se educa. La construcción de un mañana diferente tiene que ser iniciado hoy.

El educador Paulo Freire, en su libro "Pedagogía de la Esperanza", señala que la utopía, los sueños de un mañana distinto, se construyen a partir de las experiencias del pasado, la esperanza se nutre de la conciencia histórica, de la práctica social y educativa, de la existencia individual. El 19 de diciembre triunfó la esperanza, que no es sólo futuro, sino también conciencia histórica: hubo diciembres que la lista de los "no encontrados", de los ocultados, de los expulsados y torturados empañaron para siempre la vida de miles de familias y fracturaron hasta hoy, la posibilidad de sentirnos parte de un mismo país.

Esa conciencia histórica es la que permitió también el apoyo intergeneracional, auténtico, sin condiciones, sin solicitar puestos, sin hacer cálculos mezquinos. La segunda vuelta evidenció que en ese pasado hay convicciones profundas, hay experiencias humanas que permiten comprender y actuar poniendo por delante valores. Vuelve la imagen de un Chile que busca cohesión social, que piensa en políticas basadas en derechos fundamentales que son humanos, son vitales, son del planeta y de los seres vivos que lo habitan.

La construcción de la esperanza es una tarea que cobra sentido porque lo sucedido en Chile abre al debate público la idea de una buena sociedad, de aprender a vivir en un mundo multicultural, inclusivo, con igualdad de género y respeto a la diversidad. Un país de múltiples riquezas, atrapado en una desigualdad extrema y persistente, que bien saben nuestros nuevos gobernantes, son causas de reclamo, de protestas y también de desaliento, del desánimo a sueños truncados.

La construcción de la esperanza necesita anclarse en la política y en la práctica, en el conocer y sentir la realidad. Dejar atrás el despotismo de gobernantes que desprecian, expulsan y reprimen, que sienten miedo de perder privilegios, difundiendo su propio miedo como maniobra para legitimar la continuidad del autoritarismo y las injusticias impuestas a la sociedad.

Construir esperanzas tiene como requerimiento fundamental: la confianza. El intercambio respetuoso, la disponibilidad a escuchar con humildad, con la convicción que es posible lograr transformaciones guiadas por una construcción ética que transita entre lo personal y lo social, entre lo individual y lo colectivo. La confianza no es un concepto abstracto, fuera del alcance de cada uno (a), es un proceso que debemos abrir, es la convicción en la potencialidad del ser humano de salir adelante sintiendo seguridad en su territorio, en sus espacios de interacción. La confianza de una sociedad requiere del buen uso del poder y la política. Ese es un compromiso, la promesa de un nuevo inicio en marzo.

Educar la esperanza es una tarea prioritaria. La formación integral y multidimensional para construir el futuro es uno de los desafíos para la educación en todos sus niveles y modalidades. La educación no solo está en el sistema educativo, está en las comunidades, en los centros de trabajo, en las familias, en las organizaciones sociales, en las iglesias, en los medios de comunicación. La educación y el aprendizaje están a lo largo de nuestras vidas. La esperanza no es un regalo, la esperanza es un llamado a la acción reflexiva y al compromiso colectivo.

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