El reciente anuncio de la puesta en marcha de 100 nuevos Liceos de Excelencia Bicentenario es una gran noticia para el sistema público de educación. A pesar de la oposición que ha generado en algunos políticos y expertos, existen argumentos para defender la expansión de un sistema de liceos que valore el esfuerzo y el mérito académico.
En efecto, el filósofo norteamericano John Rawls afirma, en su Teoría de la Justicia (1970), que no puede ser el mérito ni el demérito las nociones que justifiquen las desigualdades. Específicamente, respecto de las instituciones que afectan a la “estructura básica de la sociedad”, favoreciendo así ciertas posiciones iniciales.
Es decir, aquel lugar que ocupamos en la sociedad y que generan desigualdades entre sus miembros. Estas desigualdades son tan profundas, señala Rawls, “que afectan a los hombres en sus oportunidades iniciales en la vida”.
Con lo anterior, Rawls descarta el mérito como criterio de justicia social, pero no lo rechaza como criterio de segundo orden, por ejemplo, para la selección académica.
En definitiva, el mérito no es un criterio de asignación de deberes y derechos fundamentales, pero es perfectamente compatible con un principio de igualdad de oportunidades, el que sí es un principio de justicia social.
Entonces, el mérito estaría justificado como criterio de selección, en la medida que, al mejorar la posición de alguien, no afecte al menos favorecido. En este contexto, este sistema de liceos, ¿afecta al menos favorecido? Definitivamente, no.
Primero que nada, en la práctica, no selecciona. De ahí la relevancia de aumentar la oferta, dado el constante aumento de la demanda por educación pública de calidad. En efecto, para los 100 nuevos liceos postularon 301 colegios. De los ya existentes, un caso notable es el del Liceo Bicentenario Minero SS Juan Pablo II de Alto Hospicio, que ha multiplicado su matrícula por 10, y el año 2020 lideró el puntaje PSU de la Región de Tarapacá.
Un factor clave en el éxito de estos liceos, como lo ha demostrado Bravo et al. (2016), es la autonomía y el liderazgo directivo.
Lo que se complementa con el apoyo constante de profesores, directivos y familia en el proceso de aprendizaje. Así, el trabajo comprometido de los sostenedores e infraestructura de calidad, en contextos vulnerables, permite derribar los mitos y la estigmatización que recae en la población desfavorecida. En definitiva, gestión académica, apoyo técnico y monitoreo de aprendizajes. Pero, también, innovación.
En este punto, otra buena noticia fue el Global Teacher Prize Chile adjudicado al profesor de Historia del Instituto Nacional, Manuel Calcagni. El profesor por medio de películas y documentales enseña distintos hitos históricos del país y del mundo.
Así, vincula al estudiante con el cine a través de actividades como la creación de podcasts, conversatorios con directores audiovisuales, entre otras prácticas docentes. Con las que, en sus palabras, invita constantemente a los alumnos a desarrollar la creatividad, el pensamiento crítico y el trabajo colaborativo.
En definitiva, una sociedad será verdaderamente inclusiva y justa, en la medida que ofrezca igualdad de oportunidades a sus miembros, y no desprecie el talento y esfuerzo de los menos favorecidos.
Dejando en manos comprometidas con la educación el futuro de nuestros jóvenes, más aún en un contexto en que la deserción está en niveles alarmantes, y que debe ser abordada, de manera urgente, con respuestas de excelencia.
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