Se ha iniciado un nuevo año escolar, marcado por la presencialidad casi total de los establecimientos, aunque todavía falta hacer algunos importantes ajustes, ya que los cursos con 40 o más estudiantes están teniendo algunos problemas. Ello, porque los espacios no permiten mantener las distancias y además, por las características lúdicas de los niños, es difícil que utilicen y mantengan las mascarillas de una forma adecuada.
Era predecible que el reencuentro de los niños y niñas fuera un tanto agitado, dado que algunos se ven por primera vez, pero todas estas situaciones son instancias que con el tiempo pueden ir mejorando. Sin embargo, llama la atención las declaraciones que aparecen en los medios de comunicación de muchos establecimientos educacionales, que señalan -una vez más- que van a continuar con la priorización curricular que el Ministerio de Educación estableció en el año 2020. No dejan de sorprender estás decisiones, ya que se supone que en los dos años anteriores las priorizaciones se llevaron a cabo, y que, en este tercer año, más bien se debería avanzar a un currículo más completo e integral.
La pregunta que cabe hacerse, después de todo lo que hemos pasado y seguimos experimentando: estallido social, pandemia, pérdida de referentes, debilidad o ausencia de valores relevantes, observando el actuar de diversos grupos pertenecientes a variadas instituciones; es ¿vamos a ser igual curricularmente? Agreguemos a ello, el trabajo de los constituyentes por levantar temas actuales como la restitución de derechos de diferente tipo, el desarrollo sostenible, la interculturalidad, etc. y para culminar, el ser observadores pasivos de una guerra muy desigual, que por su cercanía cultural la hemos sentido más cercana a pesar de que hay otras en el mundo.
Todos estos enormes cambios y problemas al parecer no ameritan que "se hagan vida" en los currículos escolares y le den sentido a la "fría materia que se pasa", haciendo caso omiso a estos enormes llamados a repensar qué es lo importante de aprender en estos complejos tiempos.
Parece increíble la inmovilidad o inercia que tiene el sistema educativo frente a los cambios sociales y naturales; incluso el día en que se hizo la transmisión del cambio de mando presidencial que tuvo páginas republicanas interesantísimas en función a una educación cívica que tanto se necesita, supimos de muchos colegios e incluso universidades que continuaron "pasando la materia".
Por ello, pienso que el mensaje a transmitir al Ministerio de Educación y a cada establecimiento educacional es a remirar las planificaciones y analizar qué es lo que realmente se necesita priorizar para construir el Chile mejor que queremos.
No olvidemos los educadores que la pregunta básica que siempre hay que hacerse al educar es: ¿qué necesita la sociedad para mejorar?, y por tanto, ¿qué vamos a incluir en el desarrollo curricular que se lleve a cabo en el jardín infantil, la escuela, el colegio o la universidad?
Aprendamos de todo lo que hemos vivido, no podemos hacer como que nada ha pasado y seguir enseñando lo mismo y de la misma manera, muy lejos de lo que tiene realmente sentido de vida para las generaciones actuales.
Una nueva Constitución requiere niños, niñas y jóvenes que piensen y que estén vinculados con su sociedad, con su naturaleza y consigo mismos, tratando de aportar a un bienestar mejor para todos. Ello requiere propuestas curriculares diferentes y distintas a los fríos programas que aburridamente seguimos pasando.
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