Sabemos que la educación no es un producto acabado y estático que solo se debe aplicar, sino un proceso en desarrollo, en aprendizaje permanente. Si recorremos la historia de la educación, la veremos formando parte de las Humanidades, o por otro lado veremos que en un momento se levantó el concepto de las Ciencias de la Educación, perviviendo también la poética idea de que educar es un arte.
Y así, con el transcurso del tiempo hemos ido aprendiendo que la educación es una constante transformación, que ha transitado por diferentes tipos de estadios de desarrollo. Al igual que la cultura es un ente viviente, en proceso de creación, por lo tanto, modificable y en insistente cambio, una semilla que va germinando a veces en melodía climática y otras en un yermo silencioso carente de nutrientes.
Entendemos que es el estudiante quien se ubica en el centro de todo proceso educativo, son los estudiantes quienes deben ir reconociendo sus habilidades, ir adquiriendo la tan anhelada educación integral. Así mismo, comprendemos que esta marcha colectiva necesita faros luminosos, quienes den señales a los navegantes, quienes puedan esclarecer en jornadas de umbría, y que depende de la intensidad de esta luz es como en los días sombríos o noches lúgubres se puede llegar a puerto. Estos faros son los profesores jefes, encargados principales del curso que tienen a cargo en los múltiples procesos que sus alumnos van experimentando.
La composición sociológica del aula nos hace resaltar la importancia en el rol del profesor jefe, no solo en su rol modélico y en la relación pedagógica, sino también, en la resolución oportuna de los conflictos. Todo esto nos va exigiendo estar siempre preparados y conlleva el desarrollo docente. Pero sobre todo conduce a una vinculación positiva y eficaz que permite generar lazos de confianza, de certidumbres, creencias y seguridad. En este punto cabe revisar que tipo de apoyos se brinda a este profesional para tan importante tarea.
Esta guía refulgente debe contar con ciertas competencias que deberán ser intransables para lograr el éxito en la tarea asignada, una de esta es el conocimiento en mediación de conflicto tempano, entendimiento profundo de sus estudiantes, relación profesional con las familias, ejecución en el trabajo de equipo democrático y sobre todo la más importante; amar lo que se hace, ya que no hay aprendizaje sin afectividad.
Esto permitirá una educación multidimensional que se arraigue firme y se expanda pleno, brotando como azahar o como cerezo en primavera, alumbrando como ese faro náutico a los viajeros y navegantes en la inmensidad del mar. Así de importante son estos profesores.
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