Reformar los SLEP y el SAE antes de seguir invirtiendo

Las recientes señales políticas sobre la suspensión de la transferencia de nuevos Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) y la revisión del Sistema de Admisión Escolar (SAE) apuntan a una reflexión necesaria: No se puede seguir invirtiendo recursos en políticas que han demostrado ser ineficaces o, incluso, perjudiciales, sin antes introducir cambios profundos que garanticen mejores resultados.

El caso de los SLEP es ilustrativo. Concebidos como una solución para despolitizar la gestión educativa y mejorar la calidad del sistema público, han fallado en ambos frentes. Los problemas de burocracia, mala planificación y falta de resultados tangibles han erosionado su legitimidad. En muchos casos, los SLEP han perpetuado las mismas ineficiencias que prometían resolver, dejando a las comunidades escolares en un estado de incertidumbre. Detener la expansión de esta política, mientras se replantea su diseño, es una medida necesaria para avanzar con menor incertidumbre.

Por otro lado, el SAE ha generado tensiones no solo técnicas, sino también éticas. Al privilegiar una asignación aleatoria en muchos casos, el SAE ha desestimado el mérito y el esfuerzo de estudiantes que aspiraban ingresar a ciertos establecimientos, causando frustración en ellos y en sus familias. Este sistema, que pretendía fomentar la inclusión, ha terminado minando la confianza en el proceso educativo y ha debilitado la conexión de los estudiantes con sus expectativas de futuro. Reformar el SAE para que reconozca el mérito y ofrezca un equilibrio entre inclusión y excelencia es una urgencia impostergable.

El desafío no está en negar los recursos, sino en establecer las condiciones necesarias para que cada peso invertido tenga un alto retorno social. Reformar los SLEP para que sean organismos eficientes, centrados en el aprendizaje de los estudiantes, y ajustar el SAE para que respete tanto el mérito como los principios de equidad son pasos esenciales. No hacerlo sería perpetuar un sistema disfuncional que no responde ni a las necesidades de los estudiantes ni a las expectativas de la sociedad.

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