Simce y bienestar educativo

Co-escrita con Patricia Guerrero, psicóloga y doctora en Sociología, académica de la Facultad de Educación UC

Los resultados de la prueba Simce 2022 evidencian que existe un aumento en la percepción de discriminación de los estudiantes de segundo medio. Si esto lo unimos a los resultados del reporte de crisis de salud mental, a la alta tasa de denuncias por problemas de convivencia escolar y al aumento de la deserción y de violencia general que está afectando a las escuelas a lo largo del país, podemos inferir que estamos atravesando por una crisis que afecta el bienestar educativo de todos los integrantes de la comunidad escolar.

Si bien este ámbito se produce por múltiples factores, una de las razones se relaciona con la reducción del rol docente a una labor más instruccional que holística, debido a que el foco de las escuelas se centra en el rendimiento de pruebas estandarizadas y en la cobertura curricular.

¿Cómo podemos hacer que el profesorado vuelva a tener un rol formador que promueva el desarrollo integral de la totalidad de sus estudiantes? ¿Cómo hacer que los docentes sean efectivos?

En primer lugar, el profesorado debe contar con las condiciones necesarias que faciliten y optimicen su labor. Esto significa contar con tiempo, recursos y espacios que le permitan conocer a sus estudiantes de manera integral, identificando no solamente brechas de aprendizaje, sino que también aspectos socioemocionales que son base para un óptimo desarrollo.

El Marco para la Buena Enseñanza establece en uno de sus dominios la importancia de promover un ambiente propicio para el aprendizaje. Entonces, la labor del docente debe expandirse a identificar aspectos emocionales y de convivencia que estén sucediendo en sus salas. Con este conocimiento, podrá tomar decisiones informadas que le permitan superar problemas u optimizar el ambiente.

En segundo lugar, se necesita redefinir la gestión de aula, poniendo énfasis en la promoción de un clima nutritivo, que ofrezca diversidad de metodologías que acompañen el proceso de enseñanza. Por ejemplo, integrar aspectos de la cultura juvenil en la sala de clases, como música o manifestaciones plásticas que sean propias de cada realidad.

Por otro lado, el profesor debe ser garante del bienestar de los estudiantes, promoviendo de esta manera un ambiente con normas claras que sean acordadas y seguidas por todo el estudiantado. Para esto debe armar un equipo con los profesionales psicosociales y de atención a la inclusión que asegure el abordaje de las crisis y las problemáticas de violencia y discriminación.

Si bien el profesor es el actor protagónico, debe contar con el apoyo del equipo directivo y de políticas que promuevan este rol integral, que es clave para el óptimo desarrollo y aprendizaje de los estudiantes.

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