Tradicionalmente, las universidades en Chile y América Latina han sido refugios defendidos férreamente por las élites y las clases medias como mecanismos de ascenso y prestigio social, excluyendo casi totalmente a los indígenas y otros grupos minoritarios. En estas instituciones se reproducen especialmente las élites políticas y profesionales, cuadros burocráticos del Estado y de la sociedad, y donde se ejerce el control de saberes, defendiendo una hegemonía de conocimiento científico pretendidamente universal y neutral, junto con prácticas profesionales avaladas por ese saber.
Las universidades transmiten la idea de un saber científico universalista que no acepta la presencia de diferencias culturales, sino que instaura una homogenización y exigencias de selección que dejan fuera a grupos diferentes o pueblos indígenas que poseen otros marcos lingüísticos, epistemológicos y culturales.
Existe un doble proceso de exclusión: La selectividad del sistema educacional y otro, más oculto, que tiene que ver con la imposición de un sistema de códigos ocultos de carácter lingüístico-epistemológicos. Esto, paralela e históricamente, se tradujo en un cuestionamiento y devalorización de los saberes y prácticas indígenas, considerándolos de carácter mágico, primitivo e irracional.
Frente a la situación señalada destacan proyectos de universidades chilenas que implementan proyectos de transversalización de la interculturalidad que poseen características diferenciadoras dentro del contexto académico local. En el caso de "De la Universidad a la Pluriversidad, Avanzando en la Transversalización de la Interculturalidad en el quehacer de la Gestión, Docencia y Vinculación con el Medio en la Universidad Academia De Humanismo Cristiano". La localización de un plantel en la Región Metropolitana plantea una realidad urbana compleja, donde interactúan diversos grupos y pueblos, como los indígenas urbanos (especialmente mapuche), quienes poseen características propias, y grupos de nuevos migrantes (especialmente haitianos, venezolanos, colombianos), así como afrodescendientes. Todos estos grupos demandan reconocimiento y derechos.
Esta realidad compleja obliga a repensar una noción de interculturalidad más amplia, donde no se focalice únicamente en la realidad de los pueblos indígenas urbanos o rurales y su relación con el Estado, sino que también con los diversos grupos de migrantes y otros grupos y minorías generalmente invisibilizadas.
Por otro lado, hay que destacar que las universidades ubicadas en la ciudad de Santiago presentan, en general, una mayor resistencia al reconocimiento y transversalización de la interculturalidad y a tomar en cuenta la voz de los excluidos, en comparación con las universidades regionales del sur o el norte de nuestro país. Así, el debate se ha centrado de forma reducida en introducir ciertos contenidos sobre interculturalidad en las universidades tradicionales. Creo que esto no es suficiente; la tarea es más grande y difícil.
Así, surgen diversas preguntas. ¿Es posible un diálogo de saberes entre una universidad como ésta y los sectores subalternizados, los pueblos indígenas, las comunidades migrantes? ¿Es posible la formación de cuadros técnicos-profesionales con identidad propia dentro de estas universidades? ¿Es necesario crear un sistema de educación superior distinto radicalmente? ¿Es posible ejercer profesiones alternativas frente a una sociedad actual que exige títulos, grados y certificaciones?
Desgraciadamente, el debate se ha centrado principalmente en la Educación Intercultural Bilingüe en el nivel básico y medio, y no superior. Solo en estos últimos años, con la emergencia de algunas universidades indígenas y la Universidad Indígena Intercultural, se está enfrentando este tema clave en el futuro de los pueblos indígenas en Chile y en América Latina. Según el semiólogo Walter Mignolo, "una tarea del pensamiento descolonial es develar los silencios epistémicos de la epistemología occidental y afirmar los derechos epistémicos de las opciones descoloniales racialmente devaluadas, para permitir, desde el silencio construir argumentos que confronten a aquellos".
En resumen, los proceso de interculturalización en las universidades y centros de educación superior deben buscar un descentramiento de la hegemonía de este saber monocultural y abrir nuevas formas de pensar y actuar, instalando un pluralismo que permita escapar al control hegemónico de la razón occidental.
Debemos introducir la pluridiversidad, un pensar desde las fronteras, de los márgenes, una descolonización del saber y del ser. Estas ópticas han sido aportadas por los estudios subalternos y poscoloniales.
Debemos transformar las mallas de estudios superiores y discutir la fragmentación de las disciplinas mediante la transdisciplinariedad, modificar los perfiles de egreso de las carreras y cambiar las competencias: ser capaces de reconocer más de una forma de comprender el mundo.
Debemos optar entonces por una apuesta por la diversidad como proyecto universal, y según Mignolo: "Hablo de diversalidad, de un proyecto alternativo a la universalidad y que brinda la posibilidad de crear una red de oposición a la globalización en nombre de la justicia, la equidad, los derechos humanos y la diversalidad epistémica".
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