Chile en llamas

Sergio Velasco
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Desde los tiempos de Nerón, el tirano, dictador, pirómano, que ordenó a sus guardias pretorianas que incendiaran Roma, la capital del Imperio más poderoso del mundo, no se conocía un mega-incendio de tal magnitud como el que hoy azota con crueldad al país.

Expertos en este tipo de tragedias, señalaron que el daño ecológico es un desastre  a la naturaleza, que costara muchas décadas reparar.

El  incendio que nos ataca es el más grande que ha sufrido el planeta.

Lo peor está aún por verse, ya que los siniestros continúan avanzando, destruyendo todo a su paso, las llamas calcinan sin piedad, dejando tras de sí una estela de muerte e impotencia.

El  último triste balance, nos indican cifras aterradoras: 1.108 albergados, 3.782 damnificados, 4.852 evacuados, 1.012 viviendas destruídas, aproximadamente 400.000 hectáreas arrasadas por el fuego.

Las cosechas de los pequeños y medianos agricultores ya no existen, los animales murieron calcinados, los huertos familiares perdidos, el forraje y las herramientas de trabajo inutilizadas, pájaros, mascotas, perros y gatos caseros desaparecieron, víctimas de este infierno en la tierra. Los campesinos otrora aguerridos, ahora lloran por sus escasos bienes perdidos el presente es incierto, el futuro es triste y doloroso.

Algunos hermanos nuestros solo se quedaron con lo puesto, todo el fruto del trabajo campestre de generación en generación simplemente se esfumó, al cabo de algunos escasos minutos.

El drama no solo se  circunscribe, al daño material que deja el voraz incendio forestal, el mayor del siglo XXI, marcando a fuego para siempre a la nación, sin que el paso del tiempo nos haga olvidar esta tragedia.

La aterradora cifra de 11 personas fallecidas, nos clava una dura espina  en el corazón. Fueron consientes a  la misión que emprendían, de por si arriesgada, no tenían porque morir. Son héroes anónimos que entregaron sus vidas en el cumplimiento del deber. El destino les jugó una mala pasada.                                                                         

Cabe señalar que algunas de estas víctimas, venían de otras regiones, para enfrentarse cuerpo a cuerpo con el fuego. Lo menciono porque, es de esperar que una vez terminada la emergencia, sus deudos directos no queden abandonados. El gobierno deberá preocuparse de ellos y  otorgar los recursos necesarios, para manutención, salud y educación.

En medio de tanta tragedia, la ayuda internacional no se hizo esperar, existen almas humanitarias, que nos dan lección de generosidad, sobre todo una chilena Lucy Ana Avilés, arrendó de su bolsillo el famoso avión supertanke: tripulación y aparato, no descansan en combatir el fuego desde el aire, lanzando miles de litro de agua sobre las temibles piras.

Vaya el mismo agradecimiento a todos los voluntarios de países amigos que han mandado sus mejores especialistas y elementos técnicos para combatir incendios. Su generoso aporte quedará grabado para siempre,

La CMPC, tiene que pagar 150 millones de dólares, por la colusión del papel; a cada chileno y chilena, mayores de dieciocho años nos corresponden $7.000, pesos. Existe ya una propuesta que ese dinero, lo donemos para reconstruir la población Santa Olga, donde no quedó casa parada, el fuego lo destruyó, todo sólo quedó brazas y humo, ahora es un poblado fantasma, imposible de habitar, en tales condiciones.

Será un símbolo de vida, de esperanza y también un monumento para que nunca más, los empresarios corruptos, se sigan burlando y aprovechándose de la buena fe de los consumidores, así no nos sigan  estafando y coludiéndose con  los precios impunemente.

Chile no está preparado para estas terribles emergencias, sufrimos siempre terremotos tsunamis, aluviones, temporales, erupciones volcánicas, etc. Es hora que aprendamos la lección, para enfrentar las calamidades, con prontitud y eficacia.

Después de la batalla  emergen  los generales  que disparan a diestra y siniestra, sin saber donde están parados. A esos hay que detenerlos, igualmente, que caiga todo el peso de la ley sobre aquellos que malévolamente han provocado intencionalmente  estos criminales incendios.

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