Las cifras de los últimos estudios respecto a la baja, mes a mes, en la participación laboral femenina, son alarmantes. Nuestra participación en el mercado laboral (52,5% en 2019) ha retrocedido en 10 años, llegando al 41,3%.
El 88% de nosotras, que ha perdido el empleo, no está buscando trabajo.
Gran parte de este porcentaje, casi un 90% según la última encuesta del INE, antes de la pandemia, declaró no trabajar por razones familiares, es decir, por tareas domesticas y cuidado de personas, situación que ha empeorado con la llegada del Covid 19, donde muchas mujeres han tenido que abandonar sus puestos de trabajo por las tareas de cuidado o corren riesgo de ser despedidas por la falta de tiempo para realizar múltiples tareas.
Mientras tanto vemos como un 38% de los hombres ha dedicado 0 horas a las labores domésticas y 57% de ellos, ha destinado 0 horas a las labores de cuidado, situación que da cuenta de la exagerada falta de corresponsabilidad familiar dentro de los hogares, que no solo afecta la inserción laboral femenina, sino también la salud mental de miles de mujeres. Hoy vemos como distintas voces claman por discutir y elaborar políticas públicas para la reactivación con enfoque de género, pero las mujeres no podemos esperar a que la desigualdad siga en alza.
En ese sentido, creo importante destacar tres factores que podrían contribuir con la inserción laboral femenina y no perder el vital avance que había tenido este durante los últimos años.
En primer lugar, asegurar que los hombres cumplan con su compromiso frente a la urgente necesidad de asumir parte de las responsabilidades que les corresponde en las labores domésticas y de cuidado, educar y crear políticas de corresponsabilidad familiar y cuidado será vital para que las mujeres puedan reinsertarse en el mercado laboral y acceder a empleos de calidad.
En segundo lugar, mientras esperamos que jardines infantiles, colegios y guarderías vuelvan a abrir sus puertas, podemos recurrir al apoyo comunitario colaborativo. Realizar turnos entre padres y madres, miembros de nuestras comunidades, permitiría que las mujeres puedan asistir al trabajo. Iniciativas como estas, rápidas de implementar, son una solución concreta y que impulsan la solidaridad.
De todos modos, esta es una medida momentánea, que debiese ser remplazada por un sistema nacional de cuidados que institucionalice el cuidado de personas dependientes y fomentando la corresponsabilidad social a favor de las mujeres.
Por último, el rol de los empleadores es otro eje fundamental. Concederles a los padres y madres modalidades de trabajo más flexible, sin poner en riesgo sus tareas, ni introduciendo discriminaciones salariales o flexibilidades en derechos laborales, permitirá que las mujeres puedan seguir trabajando de forma segura.
Es urgente que empecemos a adoptar rápidamente medidas que puedan frenar el retroceso en la inserción laboral que estamos viviendo las mujeres, y que están afectando fuertemente su independencia económica y bienestar.
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