Uruguay

Johanna Otte
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La leyenda de los uruguayos dice que no son tan fantoches como los argentinos, a pesar de sus grandes estancias, ganadería y acento, ellos tienen eso que los chilenos llamamos pueblerino. Y como no, si son poco menos de 4 millones de habitantes desde hace 3 décadas, en las redes sociales se llaman a si mismos el paisito, o como decía uno de sus ex presidentes, un país de viejos en vías de extinción, como sea son personas cultas, agradecidas y respetuosas de la autoridad.

En esta psicosis de la pandemia, revisando información de América Latina me encuentro con la experiencia uruguaya y me sorprendo. Será posible que luego del primer caso detectado en ese país el 13 de marzo se haya decretado el mismo día la emergencia, cerrar fronteras, vuelos, clases, servicios religiosos y eventos públicos, nada menos que por un recién estrenado presidente con dos semanas en el cargo.

Su plan económico no exento de debate resultó en un consenso para la creación del fondo del coronavirus que se financió principalmente con la reducción de un 20% del sueldo del presidente, ministros, legisladores, y funcionarios públicos que ganen más de US$1.800 al mes.

Esta estrategia estuvo acompañada de una cuarentena voluntaria definida por el gobierno para que las personas que salen a buscar su sustento diario no tuvieran una multa por desacato, lo que tuvo un 90% de aceptación de la población para quedarse en casa.

El gabinete uruguayo está compuesto por 17 ministerios, solo dos de ellos encabezados por mujeres, el de Economía y Finanzas y el de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, cabe decir aquí que el cargo de la vicepresidencia también es ocupado por una mujer, el resto de los ministerios dirigidos por hombres con uno o más títulos profesionales y tan solo 2 políticos de profesión de diferentes partidos.

Uruguay tiene uno de los pocos sistemas de salud universal a los que todos tienen acceso, la atención primaria representada por los médicos de las familias que están en los barrios, pueden atender a los pacientes en sus casas, con eso evitan la migración de ellos a los centros de atención, evitando así mayor contagio, han realizado más de 13 mil pruebas por millón de habitantes en sus casas, superando a Brasil, Argentina y Paraguay.

Dentro de mi análisis tengo que decir que Uruguay está cercado por los dos países más grandes de América Latina, Argentina y Brasil, este último con el peor índice de contagios y fallecimientos del continente, en contraposición a nosotros que tenemos una frontera natural que podría habernos protegido de aquellas cifras monstruosas de la pandemia.

Se puede leer en la Web que a menos de dos semanas de decretada la emergencia un par de médicos uruguayos, uno de ellos sobreviviente del accidente aéreo en nuestra cordillera el año ‘72, y en base a un trabajo de equipo liderado por un médico en Israel, empezaron a fabricar un motor que transforma un resucitador manual en respirador artificial mecánico con insumos en desuso, hasta motores de limpiaparabrisas e impresoras de punto usaron para liberar al equipo médico de esta tarea que les consume tiempo y energía.

Es cierto que superamos en 5 veces la población de los uruguayos, tenemos más diversidad por lo que nuestra gente no es tan homogénea, será por eso que me parece asombroso que un presidente de 47 años, a dos semanas de asumido, pueda decretar una cuarentena voluntaria y sea obedecido por todo un país.

Por el contrario, en Chile, aún imponiendo toque de queda y Estado de Excepción en todo el territorio nacional, sacando a la fuerza pública y militares a la calle para velar por la obediencia ciudadana, bajo amenaza de cárcel y multas millonarias, que dicho sea de paso no creo que sea posible cobrar, la población no le hace el menor caso, unos por necesidad, los menos por irreverencia, dando cuenta claramente que la cultura de un pueblo es vital  para manejar esta y otras crisis que de seguro vendrán.

Las últimas cifras de coronavid19 a la fecha en Uruguay según la BBC son 929 confirmados, 818 recuperados y 27 muertes de una población total de 3.449.000 personas hasta el año 2018.

Con todas las diferencias que podemos tener con Uruguay en tamaño, población, recursos, infraestructura hospitalaria y todo lo material para enfrentar la pandemia, lo que me parece la mayor brecha es el rol que cumplen las personas.

Las medidas tomadas en Uruguay fueron inmediatas y efectivas, no contrapusieron la producción del país en contra de la salud de las personas, la solidaridad fue planteada en un principio desde la autoridad y en favor de los ciudadanos, lo que incitó a la obediencia de la cuarentena sugerida. La señal es clara pero también responde a una idiosincrasia.

Nuestra estrategia comenzó con comprar ventiladores respiratorios desde enero y prepararnos para enfrentar la pandemia en los hospitales, también se implementaron residencias sanitarias tempranamente, en el país del norte ordenaron ahora comprar toda la producción mundial de un medicamento sugerido para el Covid, ambos actuamos como el dueño del Titanic, botes salvavidas solo para algunos pasajeros en pro del lujo y los privilegios, esa también es nuestra idiosincrasia.

Si bien según las cifras después de una larga cuarentena obligatoria para la mayoría de la población, algunos ven una luz al final del túnel ¿Cómo vamos a enfrentar la nueva normalidad?

La sensación que me queda es que los que pudieron postergar sus deudas y seguir en su casa lo harán a costa de los que tuvieron que arriesgarse al contagio y que no siempre contaron con un salvavidas, aquellos que pudieron pasar la enfermedad en una residencia sanitaria conocerán una vida digna por 2 semanas y de vuelta a sus casas ¿cómo van a conformarse con el barro, el frío y las carencias?

Y en el medio los que llegaron a tener un buen pasar, verán derrumbarse el esfuerzo de quizás una vida, o el futuro de sus hijos en riesgo, todo el trabajo devorado de una mascada por instituciones bancarias u otras a las que no les fue exigido congelarse.

¿Cómo van los ciudadanos a confiar en la autoridad? cuando todo lo tenemos que legislar para que no quede supeditado a la voluntad de las empresas o de la banca, aún así proyectos de ley aprobados ya en la cámara, como la prohibición de cortar los servicios básicos, está a la espera de un posible veto presidencial, ¿a quién se protege con esto?

Si somos un país pro familia, concepto que está en cada discurso presidencial comparando al país con una gran familia, ¿por qué se discute hasta el cansancio el pos natal de emergencia? como si los niños se criaran solos en las casas, en este punto pareciera ser que la familia empresarial es la regalona.

En vez de congelar temporalmente todos los pagos y procesos obligatorios de la sociedad chilena; servicios, créditos, impuestos, juicios comerciales, se sigue exprimiendo a las personas y sus ahorros para que las empresas se mantengan en funcionamiento, se niega el uso de un porcentaje de lo ahorrado por los propios trabajadores para no dañar su pensión dicen, cuando esta no les alcanzará para una vida digna, así no toquen un peso, y si es que sobreviven al virus.

Es claro que la ciudadanía no confía en sus autoridades, las que ganan hasta 40 veces más que el sueldo mínimo, nadie les va a creer que han hecho todos los esfuerzos, haciendo cumplir los plazos de pago de las obligaciones ciudadanas, generando aglomeraciones y filas interminables que superan el tiempo concedido vía permisos on line, es como de humor negro que la autoridad que te prohíbe circular te obligue a pagar el permiso de circulación.

La pandemia llegó como un espejo, haciéndonos ver la injusticia del sistema a aquellos que no lo habían mirado con atención, cuando nos atrevamos a salir a la calle en poco tiempo más como ratones asustados, seremos una ola de desempleados, indignados y con mucho menos que perder que hace unos meses atrás.

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