“Todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo me seduje en enero, se han derrumbado como castillo de naipes”. 100 mil contagiados. Más de mil muertos. Chile superó a China.
“Hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conciencia de la magnitud que tenía, esa es la verdad“. El 50% de los trabajadores en Chile gana menos de $380 mil.
El 60% de los trabajadores no pueden sacar a su familia de la pobreza con su salario.
El 26% de los hogares en Chile vive bajo la línea de la pobreza. Más de 800 campamentos y 47 mil hogares en viviendas irregulares.
La semana que termina tuvo como punto fuerte las confesiones del ministro de Salud, Jaime Mañalich, quien al parecer, con sincera vergüenza y arrepentimiento, reveló al país no solo el fracaso de sus políticas sanitarias, sino también que no sabía en qué país vivía.
El arrepentimiento y el perdón son virtudes básicas, fundamentales, de un Estado ético. El ministro puede ser perdonado, pero dado el actual escenario es preciso para ello, además, un acto de justicia y reparación, que en este escenario no puede significar otra cosa, que la rectificación de las políticas de salud pública hasta ahora implementadas.
El punto es el siguiente. El Gobierno se ha comportado ante la pandemia de Covid-19, como el especulador financiero que lo preside, y desde enero decidió manejar a la población como si fueran acciones bursátiles.
Ciertamente, no sabemos cuáles fueron esos ejercicios epidemiológicos que tanto sedujeron al ministro, aunque no estaría de más que los expusiera ante el Senado, pero habremos de suponer con alto grado de certeza, que si prometían éxito era so pena de un alto riesgo.
Lo que sucedió, es lo que ocurre con las operaciones de alto riego cuando salen mal, con la diferencia de que cuando hablamos de acciones su valor se desploma, en cambio cuando hablamos de vidas, la muerte se dispara de forma exponencial. Lo más trágico en todo caso, es que el gobierno ha reaccionado con el mismo asombro ante el alza en las muertes que ante el desplome de las bolsas.
Si el Gobierno y el Ministro piensan enmendar el rumbo, sería bueno recuperar la capacidad de asombro ante el dolor, pues la pérdida de asombro sobreviene a la deshumanización de la gente, de tratarlas como si fueran cosas, o datos estadísticos; como si no estuviéramos ante una generación de niños y niñas que probablemente no conocerán a sus abuelos.
Sin embargo, la respuesta del gobierno es convocar a un nuevo pacto político, emulando el del 15 de noviembre del año pasado; con una agravante, el acuerdo tras el 18oct obedecía a un problema político; este sin embargo obedece a un problema sanitario.
¡Ninguno de los presidentes de partido, sabe cómo contener el covid-19! ¿Qué salida pueden pactar así?
El problema es grande, descomunalmente grande, pero la solución no es compleja. Chile exige que se vuelva a pensar una economía al servicio de la vida, para que la vida deje de estar al servicio de la economía. El problema no es técnico, es ético.
Si el ejecutivo y el ministro Mañalich quieren un pacto para tener espaldas políticas que permitan las reformas estructurales necesarias para un confinamiento seguro, con alimentación y servicios básicos para todos y todas, este senador y el Partido Progresista, están disponibles.
Si lo que quieren, es un pacto para administrar su fracaso, nosotros no seremos cómplices. No estuvimos disponibles en octubre, y no estaremos disponibles ahora para ingresos mínimos por debajo del mínimo, para seguros salariales que parecen seguros de cesantía, para cuarentenas parciales allí donde se requieren cuarentenas totales.
Tras su confesión, el ministro Mañalich aún puede redimirse ante la historia. Será su opción. Pero lo cierto es que nos acercamos a una encrucijada insalvable: o cuarentena segura, o estallido social del hambre.
Se asegura a la gente, para salvar la vida y la economía, o una economía que no piensa en la gente se llevará por delante a la vida y a la misma economía. Si su opción es la primera, esperamos un paso al costado. Sus especulaciones ya han costado muchas vidas.
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