La vida es una continua generación de expectativas y muchas de ellas no culminan en la obtención de la recompensa. Aunque no nos guste, esto es más habitual de lo que quisiéramos y por eso se debe aprender a tolerar la frustración desde temprana edad.
Para cada niño se trata de una tarea de crecimiento emocional y social. Entre los 2 y 6 años aprenden gradualmente a aceptar las frustraciones que resultan de una expectativa fallida. Se advierte que desaparece el desborde de rabia e instala una actitud más flexible, que se caracteriza por alcanzar una actitud de aceptación tras la decepción. Después de ese período, deberían tolerar que algunos de sus sueños no culminen exitosamente.
Si bien el niño dispone de una acelerada maduración de las estructuras cerebrales de regulación de la rabia, necesita de adultos sensibles que le acompañen en este aprendizaje emocional. Ellos le ayudarán a legitimar, aceptar y canalizar la contrariedad.
Estos principios se ven en la película "Intensamente" (2015), que relata la historia de "Riley", cuyas emociones son personajes animados (alegría, tristeza, miedo, asco e ira) que controlan sus recuerdos y sentimientos a través desde el "cuartel general", la mente de la protagonista.
En sus primeros años, los niños necesitan que el "cuartel general" cuente con la ayuda de los padres u otros adultos sensibles. Podemos ejemplificarlo con el caso de una familia que había programado un paseo al campo, largamente anhelado, para el fin de semana, pero el papá presenta fiebre horas antes de iniciar el viaje.
Ante la contrariedad de los dos hijos -de 4 y 7 años-, la mamá les explica que es natural que se sientan enojados pero que deben considerar que el papá no quiso enfermarse a propósito y como alternativa les invita a que planifiquen un par de actividades para el fin de semana siguiente. El "cuartel general" de la mamá mantuvo la calma y ayudó a que las centrales de sus hijos generaran la expectativa de una nueva diversión.
Ahora, el "cuartel general" no siempre funciona autónoma ni correctamente después de los 6 años, y los padres deben mantenerse alertas frente a los desbordes emocionales, sin caer en errores como compararse con otras familias, pues crean expectativas sobredimensionadas que, al fracasar, desencadenan reacciones de rabia y decepción muy intensas, afectando la personalidad del niño.
También los padres pueden afectar la tolerancia a la frustración de sus hijos. Las investigaciones demuestran que los papás consumistas que buscan ser mejores que sus pares en términos materiales obstaculizan la maduración emotiva de sus niños. Por el contrario, se advierte que los niños que desde pequeños muestran una sabia aceptación de las frustraciones suelen ser criados en hogares sencillos y cuyos padres valoran el tener lo justo y cuidarlo mientras sirva.
Los padres también deben ser conscientes que los niños necesitan hogares con armonía y también captar cuando baja la autoestima de sus hijos.
Es muy dañina la frustración de saber que no es el niño que sus padres desean que sea. Se trata de los que constantemente reciben descalificaciones, como "es un inútil", "no se despabila nunca", "siempre con notas mediocres", etc. Que lo comparan con otros que son exitosos, haciéndole sentir que es un fracasado, o le obligan a estudiar largas horas para obtener siempre las mejores calificaciones, castigándolo cuando llega con notas "inaceptables".
Esta frustración no se expresa en desbordes emocionales, sino en una gradual pérdida de la seguridad en sí mismo. El cuento infantil "El Patito Feo" es muy preciso en mostrar el enorme impacto que tiene sobre un niño saber que es rechazado por no cumplir expectativas. "El Patito Feo" e "Intensamente" tuvieron un final feliz, pero requirió de un arduo trabajo colectivo para aprender a manejar las expectativas y la frustración.
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