Infancia, educación y ruralidad

Fabiola Quiroga Villagra
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Chum pingeafuy, se le escucha decir a la madre mientras besa a su hijo en la frente, en Mapunzugun significa te quiero, y es la despedida al dejarlo en la entrada de la Escuela Rural Pullinque, a la que asiste Pedro Aillapan. Es un colegio pequeñito, al sur de Temuco, con las salas siempre con la chimenea encendida, dejando un gustoso aroma a leña que de a poquito va envolviendo a los 12 niños y niñas que habitan el aula de multigrado. En un ceñido calor dulcero, con olor a llovizna y que por las ventanas permite ver como se expresa ferozmente el viento, moviendo cada hoja que encuentra, silbando entre la madera, meciendo el horizonte, estremeciendo el paisaje, cabalgando entre nubes y chubascones.

En el año 2021, de acuerdo al directorio oficial de establecimientos educacionales del Ministerio de Educación, se registraban 3.299 escuelas rurales, lo que corresponde a 29,2% del total del país, y que se encuentran desplegadas en los lugares más recónditos y profundos, reservadas sólo para los conocedores de su existencia, quienes deben, en algunos casos, realizar largas, kilométricas, caminatas, de variados paisajes. En la provincia del Tamarugal, por ejemplo, se encuentran con un sol abrasador de esencia andina, con sonidos quechuas entre cultivos de papas y quínoa.

Estas escuelas disponen de una educación más personalizada, lo que permite ahondar el sentimiento de pertenencia y el contacto con la naturaleza, el aprendizaje de mirar, observar, cultivar, conversar, saber de lunas para las mareas, y de estrellas para las siembras, se aprende de animales, de plantas, de cuando cae la lluvia o cuando cambia el viento, de lo comestible y lo peligroso, del valor a la tierra; la ñuke mapu, la pachamama.

En la escuelita de Pedro Aillapan se aprende de hierbas, de ecosistema, de lo cercano y lo divino. Como saludar al Litre cada vez que se lo topa o que el Quillay ayuda a vitalizar el pelo, que el Matico se utiliza para las afecciones de la piel ya que sana las heridas, también sabe que el Bailahuén ayuda con los doleres del vientre, el Cedrón para calmar la ansiedad y Llantén para las inflamaciones.

Mucho más en el norte, en el valle de Lluta, donde podemos encontrar cultivos de maíz, cebolla y alfalfa, está otra de estas escuelas rurales, entre llamas, vicuñas, alpacas, guanacos y colores. Las hermanas Mamani van juntas, desplazándose por la escasez yermatica de su suelo, árido y sediento. Aprendiendo de lanas, de telares, ceremonias y momias.

Si bien esta modalidad educativa se ve enfrentada a graves problemas, que atraviesan -cual daga afilada- la precariedad de la pobreza, de recursos humanos y las tempranas deserciones por lo dificil del acceso, igual que en cualquier otra sala, contiene lo más importante: profesores y profesoras que creen en sus alumnos y sus potencialidades, que los reciben con munay con ayün, con cariño y esperanzas. Ellos saben que las escuelas rurales estan llamadas a disminuir las brechas, a entregar aprendizajes empapados de pertinencia y flexibilidades ampliando la cobertura educacionales

Cuando la madre le pregunta a Pedro por su dia, el le dice: "bien, ¿y tú mamá?"; ella responde, "mejor, eymi engo ayiwküleke (contigo soy feliz)".

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