La delincuencia juvenil es un problema que inquieta al mundo entero, involucrando y poniendo en riesgo a niños, niñas y adolescentes. La responsabilidad suele recaer en padres, madres y cuidadores, aunque también debiese ser una preocupación de las comunidades y muy especialmente del Estado, que se enfrenta al tremendo desafío de prevenir.
Los índices de algunos países reportan un descenso en delitos cometidos por jóvenes, mientras que otras naciones la han calificado como un flagelo en constante ascenso. En Estados Unidos, por ejemplo, los delitos perpetrados contra la propiedad privada son los más cometidos por adolescentes de entre 12 y 17 años. Y en Brasil, los crímenes contra terceros, en los que han participado niños/as o adolescentes, son los más comunes.
En Chile se ha decidido enfrentar esta problemática desde distintos frentes, pero para avanzar hacia una política pública efectiva es importante preguntarnos ¿cuáles son los factores que contribuyen en el comportamiento delictivo? Al tratarse de un problema sistémico y multicausal, varias teorías arrojan luces sobre este punto, algunas abordando condiciones cognitivas, otras examinando el apego familiar o poniendo especial énfasis en el desarrollo emocional.
Así, podemos ver cómo aparecen diversos factores de riesgo -que pueden estar originados por condiciones individuales, familiares y/o sociales, entre otras- y que al establecer un opuesto nos permiten identificar factores de protección que funcionarían como amortiguadores frente a una potencial exposición a estímulos nocivos. Entre ellos, destacan los estilos de crianza positiva y los entornos familiares cálidos, además de la participación activa de los padres, madres y cuidadores en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes.
Si tomamos todos estos puntos encontramos un hilo conductor que apunta al esencial rol de la parentalidad positiva. Varios estudios han demostrado que los programas de apoyo a la crianza basados en evidencia tienen una influencia importante en familias de niños, niñas y adolescentes con trastornos de conducta, incluida la reducción de los comportamientos disruptivos. Gracias al apoyo y acompañamiento que se puede brindar a los padres, madres y cuidadores a través de estos programas, se evidencia además una disminución en el potencial maltrato infantil al entregar a las familias herramientas necesarias para fortalecer los vínculos primarios.
En nuestro país, el Estado ha comenzado a impulsar esfuerzos en esa línea, por ejemplo, a través del Sistema Lazos, y resulta importante poder continuar por esa senda. El acceso universal a apoyo en temas de crianza, impulsando el desarrollo de competencias, habilidades y confianza parental, es clave para contribuir a fortalecer los factores de protección y la prevención, de manera efectiva y oportuna, disminuyendo las probabilidades de incrementar las conductas de riesgo en niños, niñas y adolescentes.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado