Nada rompe el silencio. No circulan prácticamente vehículos en la calle. La Farmacia que veo desde mi piso tiene apagada la cruz verde que la identifica y que resplandece cuando abre sus puertas al público. Los habituales del barrio que pasean sus mascotas a media mañana hoy escasean.
Es Viernes Santo y el cielo de Madrid está teñido de un gris que pone un manto de tristeza todavía más marcado que otros días a esta ciudad con fama de bulliciosa y que parece no dormir nunca.
Aquí nadie se salta la cuarentena. Como está mandado.
La procesión va por dentro. Parece broma de Semana Santa pero es real.
Quien tenga el valor suficiente para escuchar sin conmoverse las noticias que a diario dan cuenta del número de muertos, contagiados y recuperados por el coronavirus o Covid-19 merece un monumento por su indolencia. Es que las cifras espantan. Y los detalles de cómo se vive de cerca la pandemia, estremecen.
Dicen que el número de contagiados en el mundo supera el millón 600 mil personas y los muertos los cien mil. Los recuperados se acercan a los 400 mil.
España, con una cifra cercana a 16 mil fallecidos, 150 mil contagiados y casi 5 mil recuperados solo es superada por Estados Unidos y se encuentra a la par con Italia en cuanto al número de afectados por el Covid-19. La cifra de decesos ha comenzado a descender tras un mes de cuarentena. La gravedad de la situación ha obligado a extender el estado de alarma hasta el 26 de abril.
Ocupar los primeros lugares de esta pandemia ha generado un debate político en el que salen a relucir las recriminaciones al Gobierno por haber actuado con retraso en cuanto a prevención. Sin obviar esa responsabilidad, con matices, el oficialismo recuerda que fue durante los Gobiernos de derecha, del Partido Popular, cuando comenzó el acoso presupuestario a la sanidad pública, referente en el mundo por su eficiencia.
Mas allá de las acusaciones, encoge el alma saber que el 58 por ciento de los fallecidos hasta ahora en España a causa del coronavirus son ancianos que vivían en Residencias públicas y privadas. Una información que solo vio la luz cuando se puso en marcha la cuarentena, el pasado 9 de marzo.
Las primeras noticias daban cuenta que personal del Ejército, encargado de colaborar en residencias de personas mayores, encontraron a ancianos fallecidos hace días junto a otros residentes.
También constataron la muerte de personas que atendían a estos mayores, algunas de ellas monjas, y con síntomas de contagio a numerosos trabajadores de esos centros.
La Fiscalía General del Estado abrió diligencias para determinar las causas de estos hechos y establecer responsabilidades.
En España, el control de las Residencias de Mayores depende de las Comunidades Autónomas. Por la condición de ser uno de los países con mayor población longeva de países desarrollados, este tipo de instituciones cumple una tarea social de envergadura y es vista como apoyo a las familias.
No obstante, con motivo de la crisis económica de 2008, los presupuestos para mantener estas instituciones sufrieron un recorte drástico lo que significó reducción del número de mayores residentes y menos personal auxiliar.
Fue entonces cuando se promocionaron residencias privadas y de copago que encarecieron servicios. Las familias con menos recursos deben esperar años para que sus mayores accedan a residencias públicas. Por lo que se ha podido constatar, ni en unas ni en otras la atención idónea a los mayores está asegurada.
La pandemia ha significado una tragedia de proporciones para aquellos que habían encontrado en las Residencias el refugio para llegar a su final con dignidad. Sin la atención médica oportuna, con un personal diezmado por las bajas, con el secretismo de algunos responsables y una administración desbordada, la muerte se ha cebado con los más débiles.
En Madrid se han registrado hasta ahora 4 mil 800 muertes de personas en residencias de ancianos, aunque solamente en unos 800 de ellos se pudo hacer la prueba para constatar el contagio por coronavirus.
En Cataluña se calcula que la población de la residencia de mayores es de 64 mil personas, tanto en instituciones públicas y privadas. La cantidad de médicos y personal que atiende a estas residencias alcanza a 15 mil.
Más allá de la cifras , en España la pandemia del Covid-19 ha significado un llamado de atención a la necesidad de inyectar todos los recursos necesarios a la sanidad pública, potenciar la investigación, mantener la especialización de personal médico, incrementar las plantilla ( no reducirla ), y no perder de vista a la población más vulnerable.
El alto índice de mayores fallecidos demuestra el fracaso de una política asistencial con aquellos que contribuyeron a sacar a España de la pobreza de la posguerra para convertirla en próspera y más europea.
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