Un amargo balance es el que Palestina obtiene del pasado 2021. La ocupación israelí demolió 950 viviendas palestinas, junto con confiscar 2.475 hectáreas del territorio palestino bajo ocupación, configurando flagrantes violaciones al derecho internacional humanitario. Mientras que, en la misma línea, Human Rights Watch ratificó que en Israel y en territorios palestinos ocupados se cometen crímenes de apartheid y persecución por parte del gobierno israelí.
Gran parte de esta inequidad entre israelíes y palestinos, y el gran sufrimiento de estos últimos, se produce por la construcción del muro israelí, un muro que, a diferencia del de Berlín, aún no cae.
Esto nos lleva a recordar el 9 de noviembre de 1989, fecha en la que se produce la caída del Muro de Berlín, marcando el término de la Guerra Fría y el inicio del nuevo orden que promovió el presidente de EE.UU. George H. W. Bush, en el que primaba el derecho por sobre la fuerza, y la ONU se posicionaba como articuladora de cooperación y respeto entre Estados.
Sin embargo, en Palestina aún sigue primando la fuerza ilegalmente ejercida sobre el derecho. En el año 2002, Israel comenzó a construir el Muro del Apartheid de 8 metros de alto y 723 kilómetros de largo, con zanjas de 4 metros de profundidad, caminos laterales pavimentados para recorrer con patrullas militares, vallas con sensores electrónicos, senderos de arena para detectar huellas de caminatas y cámaras de vigilancia con vallas electrificadas. Es así como el Muro del Apartheid israelí superó con creces el de Berlín.
Según datos de la ONU, más del 80% del muro se encuentra construido fuera de la Línea Verde -armisticio establecido por el Consejo de Seguridad de la ONU el 16 de noviembre de 1948 que demarca las fronteras de Israel y sus países vecinos-, adentrándose en territorio palestino, separando hogares de sus cultivos, afectando la propiedad y las mismas comunidades en Palestina.
El muro israelí anexa las tierras palestinas más fértiles, junto con acuíferos. Israel, como proyecto colonial, nunca ha definido sus fronteras.
La libertad de movimiento de los palestinos está profundamente coartada con la construcción del muro. Datos de la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio (UNRWA) revelan que el principal obstáculo para el movimiento en Cisjordania es el muro israelí. Con 62% del mismo construido, el 85% de su trazado se adentra en el territorio palestino, confinando a 11.000 palestinos en lo que se denomina Zona de Exclusión. El muro obliga a unas 60 comunidades palestinas, en las que viven 190.000 personas, a tomar rutas entre dos y cinco veces más largas para acceder a servicios básicos como escuelas y hospitales. Más de 90 comunidades palestinas que tienen tierras en los 56 asentamientos israelíes sólo pueden acceder a estas, previa coordinación con las autoridades israelíes.
El 9 de julio de 2004, la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia respecto a las consecuencias jurídicas de la construcción del muro fue clara: la construcción es ilegal, debe ser desmantelada y llama a los terceros Estados a poner fin a dicha situación. Asimismo, la Corte y el Estatuto de Roma establecieron que toda deportación o traslado forzoso de la población, que se encuentra bajo ocupación, constituye un crimen de guerra.
El sionismo israelí ha evadido continuamente el derecho internacional, esquivando el respeto a los Derechos Humanos, tal como un futbolista gambetea a sus rivales. Al parecer, no solo se han protegido del Covid-19, también se han inmunizado del derecho internacional.
Hay diversas visiones respecto a este vergonzoso muro. Si bien la República Democrática Alemana lo nombraba como Muro de Protección Antifascista; por otro lado, el Bloque Occidental lo denominaba como El Muro de la Vergüenza. En lo que no existe discusión alguna es que las construcciones que tienen por objeto segregar y discriminar, y que en este caso configura un crimen de guerra, deben ser rechazadas tajantemente.
De Berlín a Tel Aviv, dos muros que no se deben tolerar.
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