La conflictividad internacional está circunscrita a un entramado de desinformación y engaño político. Occidente se alimenta de la manipulación comunicacional para mantener una opinión pública a su favor, sin embargo, aquello es cada vez menos efectivo.
La provocación a Rusia desde inicios del siglo XXI, para iniciar la guerra con Ucrania, y la propaganda constante contra Irán para derrocar el régimen de los ayatolás han quedado desnudadas por cada acción de Occidente para imponer sus criterios de dominación. Los fines políticos estratégicos de occidente desde fines de la década de los '70 ha sido promover su hegemonía sobre Rusia e Irán. Rusia es una inmensidad geopolítica, cuya conquista hubiera significado el poder mundial total. Asimismo, el control sobre Irán hubiese significado el bloqueo del sector sur de la ruta de la seda y el control sobre el corredor económico norte-sur desde Rusia al Golfo pérsico y mar arábigo.
Occidente ha tomado conciencia con pavor y profunda ira de su impotencia militar y político-estratégica, donde principalmente su guerra financiera a través de las sanciones económicas, su propaganda de desinformación mediante sus operaciones de influencia y su guerra ideológica vía las políticas de género y de destrucción de la familia así como de las sociedades ha quedado al descubierto, no sólo por sus errores vitales, sino que por su proceso suicida que está llevando a las sociedades occidentales a su implosión.
El liberal-globalismo vive su etapa de autoexterminio, aunque las elites globalistas no se den cuenta. Falsos triunfos electorales, alejados del verdadero bien común, van a seguir cavando una tumba más profunda y aumentando sus sepultureros.
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