Cuando a fines septiembre de 2016 se produjeron las renuncias de 17 integrantes de la Ejecutiva Federal, el objetivo era claro: forzar la renuncia de Pedro Sánchez a la Secretaría General para que el PSOE se abstuviera en las Cortes y posibilitara de esta manera que Rajoy y el PP formaran gobierno.
Los primeros días de octubre de ese año, Sánchez renunciaba a la Secretaría General del socialismo español y menos de un mes después concretaría una acción inesperada, renunciando a su escaño de Diputado, negándose de esta manera a ir en contra de su convicción de que a Rajoy había que decirle NO.
Pocas jornadas después, lanzaba su candidatura a la Secretaría General, pero quedaba claro que el “baronaje” socialista, con Felipe González en las sombras, le había propinado un duro golpe. Susana Díaz, parte de esa operación, sería su principal adversaria en la carrera por la Secretaría General del socialismo español.
La posición de la Presidenta andaluza se basaba en la presunción de que un bloqueo socialista para impedir que el PP pudiera formar gobierno haría pagar un gran costo al PSOE.
Sin embargo, la militancia socialista de base ya estaba cansada de tanto acuerdo con el PP, partido que acorralado por la corrupción ha tenido su peor resultado en estas últimas elecciones.
El PSOE ya se mostraba golpeado por la aparición de PODEMOS, agrupación que venía disputándole fuertemente el electorado y que no accedió a dar los votos para que el pudiera formar gobierno en esa legislatura, cuestión que a mi juicio explica de alguna manera la caída electoral que Unidas Podemos ha vivido recientemente.
En efecto, parte de su electorado habría resentido la negativa de Pablo Iglesias de apoyar a Sánchez en 2016 y en las recientes elecciones ha apoyado directamente al PSOE, constituyendo una suerte de voto útil para frenar a la derecha y en especial a VOX.
Pero no es el mismo PSOE de hace 3 años pues ante la caída de Rajoy luego de la moción de censura y la asunción a la presidencia de Pedro Sánchez y sus casi 10 meses de gobierno, la formación socialista ha dado abundantes muestras de un giro a la izquierda en su accionar, pero no por una cuestión táctica, sino con evidentes signos de tener convicción en las posiciones que estaba asumiendo desde La Moncloa.
En política lo simbólico es muy relevante y la renuncia de Sánchez a su escaño en 2016 y su recorrida por España, hablando con cada militante en cada pueblo, fue leída como un acto de dignidad frente a la “vieja guardia” socialista que intentaba volver a instalarse bajo el mando de Susana Díaz.
Y de alguna manera la derrota de la presidenta andaluza hace algunos meses en las elecciones de esa Comunidad, es también la derrota de esa “vieja guardia” que creyó que, con el golpe dado a Sánchez, este se daría por vencido.
El gran triunfo que la base socialista le dio a Sánchez al elegirlo nuevamente Secretario General, fue el reconocimiento militante de la actitud digna de quien volvió a la carga a pesar de que estaba aparentemente derrotado.
A la luz de los primeros resultados, observamos un voto que en elecciones pasadas el PSOE había perdido a manos de PODEMOS y que hoy vuelven a votar por el socialismo.
Ya hemos dicho que el giro a la izquierda del socialismo español explica en parte esta recuperación, pero también lo explica la actual situación de la formación que dirige Pablo Iglesias.
No es menor que de los 5 fundadores de esa agrupación, hoy solamente quede uno activo, precisamente Iglesias. Tampoco es menor que esta haya sido la primera campaña que no estuvo dirigida por Iñigo Errejón, quien fue el director ejecutivo de todas las campañas anteriores de PODEMOS y que hace unos meses rompió con Iglesias.
La aparición de PODEMOS hace casi 5 años representó un gran impacto en la política española, corriéndole al PSOE por la izquierda con un discurso orientado a canalizar el hastío de los españoles y españolas a lo que Iglesias llamaba “la casta”, esa clase política inamovible formada por socialistas y populares.
El episodio del Chalet de Galapagar de la pareja formada por Pablo Iglesias y la dirigente de UP Irene Montero, con un canon cercano a los 800.000 euros, fue un duro golpe en la credibilidad de la novel formación política y como dijeron algunos de sus dirigentes “a veces hemos dado vergüenza ajena”.
Unidas Podemos ha sido duramente golpeado por el electorado con la pérdida de un número cercano a los 30 escaños en diputados y ha perdido los 12 senadores que tenía. Es probable que estos resultados modifiquen el carácter “refundancional” y casi soberbio de la dirigencia de PODEMOS y su militancia.
En síntesis, el triunfo del actual PSOE es ciertamente el triunfo de una plataforma que giró a la izquierda, con una línea política transformadora, que fue capaz de correr riesgos, de remover a su militancia y re encantar a su electorado.
El liderazgo de la actual Ejecutiva Federal del socialismo español es un factor de primera importancia pues es una dirección partidaria que se ha mostrado coherente y con el optimismo de la voluntad de su Secretario General, el mismo Pedro Sánchez que hace un par de años parecía sepultado y enterrado junto a su partido.
Parece que en política no se muere, menos si nunca pierdes la dignidad.
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