El 29 de agosto, el sociólogo Andrés Kogan publicó una columna en este medio titulada "Milei y su capitalismo de boludos", donde incurre en una serie de errores teóricos y empíricos que vale la pena aclarar. En particular, el autor sostiene que el economista Javier Milei es de "ultraderecha", "fascista", e "incapaz de entregar ciertos mínimos de seguridad y dignidad a las personas".
Primero, el discurso clásico de la ultraderecha, al menos en Europa, es antisemita, racista, anticomunista y xenófobo. Al menos en sus escritos y discursos, Milei solo muestra un rechazo al sistema comunista porque es inviable teórica y prácticamente. Es bien sabido en teória económica que el ideal comunista es imposible (también llamado el teorema de la impobilidad del socialismo). Economistas como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek explicaron que sin propiedad privada, no puede haber mercado. Sin mercado no puede haber precios. Sin precios, el cálculo económico y la economización de recursos es imposible. El problema no es el chef, el problema es la receta. De ahí que los conceptos de "socialismo de mercado" o "economía centralmente planificada" sean un oximorón. No es casualidad que los países que intentan aplicar estas ideas sean precisamente los más pobres y totalitarios.
Segundo, el término fascismo debe su origen etimológico al latín fasces, representando así al "Estado por encima del individuo". El partido fascista de Benito Mussolini en la Italia posterior a la Primera Guerra Mundial buscó establecer una república socialista y nacionalista bajo una forma totalitaria de gobierno mediante la militarización de la sociedad y el corporativismo. Una vez más, los escritos y discursos de Milei no dan indicios de ello. Milei se autoproclama libertario, es decir, un defensor de la libertad individual, el gobierno limitado y la igualdad ante la ley. En cambio, el fascismo encasillaría mejor con la dinámica socialista de la gestión política de Argentina que, en los últimos 50 años, triplicó el tamaño del Estado y multiplicó por ocho el número de pobres (45% de pobres y 8% de indigentes). Sin olvidar el clientelismo descarado que promueve el ministro de Economía y candidato presidencial kirchnerista, Sergio Massa, subsidiando empresas y regalando grandes sumas de dinero durante septiembre, octubre y noviembre (los meses de las elecciones) con carga de deuda con el Fondo Monetario Internacional y emisión monetaria.
En materia programática, Milei propone una batería de reformas económicas estructurales para sentar las bases institucionales favorables al emprendimiento y al ahorro, los dos elementos clave del crecimiento y el desarrollo económico. Destaca la reducción del gasto deficitario (la deuda estatal equivale al 85% del PIB, el segundo país más endeudado de América Latina después de Venezuela) para reducir impuestos y simplificar el sistema tributario (Argentina tiene 167 impuestos), eliminar regulaciones (este país tiene 70.000 regulaciones), crear un seguro de desempleo (Argentina tiene 45% de informalidad laboral y 30% de los que trabajan son pobres), avanzar hacia un sistema de obras públicas al estilo chileno (aumentar eficiencia y reducir corrupción), liberar el tipo de cambio (actualmente, tienen más de 15 tipos de cambios), abrir la economía al comercio internacional (Argentina tiene una de las 30 economías más reprimidas del mundo, según el Índice de Libertad Económica) y erradicar la inflación mediante la dolarización (es uno de los cinco países con la mayor inflación del mundo). Entonces las preguntas deben ser: ¿cuáles son los programas económicos de sus oponentes electorales Sergio Massa y Patricia Bullrich? Si tienen programas económicos, ¿contribuyen o no a revertir las políticas socialistas que empobrecen a la sociedad argentina desde hace un siglo?
Una cosa es lo que Milei dice que hará, y otra muy distinta lo que finalmente podrá hacer si es elegido presidente. Sin embargo, analizar la popularidad de Milei en Argentina y América Latina requiere mucho más que criticar sin fundamento o atribuirle erróneamente puntos de vista de otros pensadores liberales o libertarios. Se requiere honestidad intelectual para evaluar la coyuntura y las teorías económicas que se esconden detrás de sus propuestas y así no caer en un socialismo de boludos.
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