Theresa May, la Primera Ministra del Brexit

Cuando en una entrevista se le preguntó a Michael Dobbs (autor del libro que dio origen a la serie británica House of Cards, ex parlamentario Tory) sobre cómo se inspiraba para escribir de política, contestó que era fácil, “tomas la realidad y la suavizas”.

Recuerdo esta frase al observar lo que ha ocurrido en el Reino Unido tras el resultado inesperado de la opción de salida de la UE. La disputa política no se ha dado sólo al interior del Partido Conservador pero particularmente en éste ha sido vertiginosa y virulenta. Acusaciones de traiciones, deslealtades y maniobras varias han marcado una carrera por la sucesión de David Cameron que terminará con el nombramiento de Theresa May como la próxima Primera Ministra del Reino Unido. Varios heridos quedaron en el camino y muchos desafíos se presentan a la hasta ahora fuerte ministra del Interior británica.

Geógrafa de profesión, de gran experiencia política, reconocida por su pragmatismo, seriedad y lejos de las tramas políticas de su partido, Theresa May aparece hoy como la clave en un momento político y económico muy complejo para el país.

Los desafíos se presentan en diversos planos. Primero, a nivel interno, deberá formar un gobierno en el cual represente las diferentes visiones de su Partido, muy fracturado tras la campaña del referéndum. Su participación tímida en la campaña por el Remain y su dureza como ministra del Interior en las reuniones del Consejo de Ministro de la UE cuando trataban temas de su cartera (en especial sobre inmigración y lucha contra el terrorismo) le han permitido tener el consenso de sus pares que sus contrincantes no lograron.

Euroescéptica pero pragmática, sabía que era mejor estar dentro de la UE –y desde ahí luchar por transformarla- que fuera del grupo, perdiendo influencia en las decisiones.

Ante las dudas de si notificar o no a sus pares europeos el inicio del proceso de retiro de la UE del art. 50 TUE (que pondrá en marcha la cuenta atrás de la salida) y la posibilidad de un nuevo referéndum o elecciones anticipadas para que la ciudadanía se exprese, su primer mensaje lo envió tras conocerse su confirmación por el Partido Conservador: “El Brexit significa Brexit y lo lograremos con éxito”. Ha señalado además que dicha notificación no la hará este año pese a que desde la UE las voces han sido claras que quieren que UK notifique lo antes posible.

A nivel interno May tendrá también que afrontar la posición de Escocia y el Norte de Irlanda (más Gibraltar) que no desean salirse de la UE, lo que reflejaron en las votaciones el 23 de junio. Ambas naciones ya han planteado su deseo de convocar a referéndums. En el caso de Escocia un segundo para votar por su continuidad en el Reino Unido y en el de Irlanda del Norte para unirse a Irlanda del Sur, que es parte de la UE (incluso de la zona euro). Cuestiones éstas muy delicadas y de gran polémica.

Además, la nueva Primera Ministra deberá hacer frente a las consecuencias actuales y futuras del resultado del referéndum, incluyendo el aumento peligroso de los actos de xenofobia en el país.

A nivel externo, la tarea más importante serán las negociaciones de salida y de futuro estatus de UK con la UE, sumado a las relaciones con terceros Estados a los cuales hoy se encuentra vinculado a través de la UE.

UK ha manifestado que quiere seguir gozando de los privilegios que da el ser parte del mercado único pero para ello la UE le exige desde ya aceptar las cuatro libertades que ello implica: capitales, servicios, bienes y personas. Este último punto es el más problemático al haber sido justamente la inmigración un tema de constante enfrentamiento entre UK y sus socios europeos (con participación activa de la propia May) y las promesas del Brexit.

Veremos cómo Theresa May afrontará estos desafíos. Observaremos su pragmatismo, su prestigio de buena “gestora” más que de visionaria a largo plazo, su firmeza en temas como la inmigración y su “muñeca política” para liderar un Partido y un país profundamente dividido tras el referéndum del 23 de junio. Mal que mal, la realidad británica expresada por Dobbs está ahí y no es solo ficción del “Castillo de Naipes”.

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