Muchos vaticinaron la Tercera Guerra Mundial y el fin del mundo si Donald Trump ganaba las elecciones en Estados Unidos. Todo esto se basaba en informaciones de prensa que mostraban a un político xenófobo, misógino, ignorante e inescrupuloso al lado de una sensata, preparada e inteligente Hillary Clinton.
No pretendo explicar las razones (porque no las sé) de por qué la mayoría de los medios de comunicación conservadores y considerados serios (como CNN) se dedicaron a caricaturizar al candidato republicano, y su gran caja de resonancia fueron las redes sociales. Pese a todas las declaraciones destempladas, denuncias de violación y anuncios de construcción de muros fronterizos, Donald Trump se hizo de la presidencia. Y la caja de resonancia pasó a convertirse en muro de los lamentos.
Una de las primeras medidas anunciadas por el presidente electo (y que calza con la imagen que la prensa construyó de Trump) fue el anuncio de la construcción del muro en la frontera entre México y Estados Unidos. El detalle que no publicitan mucho (porque no va con el personaje) es que el famoso muro ya existe y lo comenzó a construir en 1994 el demócrata Bill Clinton. En el fondo, como dijo Pepe Mujica, Hillary y Donald son distintas versiones del mismo mal.
Chile es un país serio (como dijo Ricardo Lagos) y los medios de comunicación no se han lanzado sobre alguna figura pública en particular para hacer escarnio de ella. En realidad sí pero sutilmente, pero, por otro lado, han logrado instalar realidades.
Nuestro Donald Trump es un fantasma sin rostro, la delincuencia. Se nos ha hecho creer con éxito que vivimos en una mezcla de Afganistán con Ciudad Juárez, cuando según cifras del Global Peace Index y de Naciones Unidas, somos el país más tranquilo de Sudamérica y el 27° a nivel mundial (mejorando dos puestos desde el año pasado), manifestando niveles sobre el promedio solo en el ítem “Percepción de la Criminalidad”. Adivinen por qué.
La gente está asustada construyendo rejas de tres metros y desconfiando de todo el mundo. Seguramente alguien va a rebatir la tesis que Chile es un país tranquilo (además de serio) diciendo, “es cosa de ver las noticias”. Es exactamente lo que ellos quieren que hagamos. En Chile los dos grandes conglomerados de prensa son El Mercurio y COPESA, ambos de tendencia similar si no igual. Ambos interesados en los mismos temas.
En Estados Unidos los medios fallaron evitando que Trump venciera (pero triunfaron construyendo al personaje). Acá hasta ahora han ido ganando. Pero el caso del país del norte nos da ciertas esperanzas. ¿Por qué? Además de la delincuencia otra presa favorita de la prensa son los políticos y la política, mostrándolos a todos como corruptos, inútiles e ineficientes. Para qué molestarse en tratar de cambiar las cosas, si son todos ladrones, sin distinción.
Anarquismo pauteado por El Mercurio y Las Últimas Noticias. Pero pese a todo, este bombardeo puede hacer surgir algún liderazgo no solo alternativo sino que efectivamente luche por cambiar la sociedad injusta que se nos ha impuesto hace ya demasiadas décadas. El caso del alcalde electo Jorge Sharp en Valparaíso es un ejemplo de que podemos tener un Trump al revés; un político progresista que se imponga pese al descrédito de los medios y los ávidos lectores de titulares.
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