¿Quién se hace cargo? ¿Quién nos salvará? ¿Quién responde por las consecuencias en los pueblos y sociedades de este nuevo des-orden en las relaciones internacionales?
¿Las Naciones Unidas? ¿La Alta Comisionada para los DDHH? ¿La OEA, la Unión Europea, el Papa?
Es vergonzoso observar el panorama actual a nivel mundial, con un solo país, léase un imperio (aunque esté en decadencia como algunos dicen), se salta acuerdos y reglas convenidos para imponer su voluntad de poder económica y política, sobre Occidente y Oriente. Claro, a eso le llaman globalización neoliberal.
A tiempo no se había visto tanta soberbia, extorsión y abuso de poder de parte de un solo gobierno.
Y, claro, lo peor de todos es que, a diferencia de otros tiempos, tenemos muchos liderazgos derechistas, nostálgicos muchos de ellos de Golpes militares, que sin el menor rubor venden sus países y territorios, sus recursos, a las transnacionales; o roban los activos de un país para repartírselo entre ellos cuál botín de guerra.
Todo ello, como no, detrás de fachadas retóricas y mentiras que, de tanto repetirse, parecen ya cualquier cosa: que la democracia (sic), los derechos humanos, la transición, la libertad, en fin.
El cinismo y la hipocresía reinan por doquier, especialmente en los medios de in-comunicación y sus servidores.
Pareciera que todos le debiéramos algo al imperio del norte, porque nadie se atreve a contrariarlo de verdad, y no solo tras bambalinas. Fíjese, lector/lectora, que todos los gobiernos derechistas, es decir, sus Estados, han firmado la carta de las Naciones Unidas de 1945.
En ella se enuncia, en uno de sus artículos. “Los miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los propósitos de las Naciones Unidas (art.2)”.
En otro de sus artículos esa Carta afirma que los países firmante deben, “Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”.
Como usted puede ver, la práctica del gobierno de la Casa Blanca y también de varios países de la Unión Europea, pasan a llevar esos preceptos que ellos mismos firmaron después de la Segunda Guerra Mundial.
Y mire, que casualidad, muchos de ellos han sido países colonialistas. ¿Qué remedo de justificación dan?
Bueno, los estadounidenses citan tanto la “doctrina Monroe”, creada por ellos y para ellos (donde aparece, América Latina, como el “natural” “patio trasero” de los USA), hasta su auto interesada visión de que tienen una “misión excepcional” (Obama dixit) otorgada por un poder divino (sic) , en orden a ser “guardianes” a nivel mundial -de sus intereses e ideología, puestos como los intereses e ideología a las cuales debe adherir todo el mundo, por las buenas o las malas.
Lo cual tiene bastante similitud con el dicho del himno alemán que utilizó profusamente el nazismo : Deutschland, Deutschland über alles.
Los EEUU por sobre todos, como dijeron los alemanes en su momento.
Ellos, los estadounidenses, son los únicos que pueden saltarse todos los derechos y acuerdos firmados en función de su conveniencia e interés particular, o también, torcerlos de tal modo que hagan posible sus acciones de invasiones y guerras.
Y no sólo son palabras. Allí tiene usted las guerras emprendidas contra Irak, Libia, Siria, Yemen del Sur, entre otras.
¿Qué han dejado esas guerras? ¿Mejor vida para esos pueblos? ¿Autodeterminación para esos pueblos?
Es cosa de informarse. Claro hoy en día para eso hay que hacer un esfuerzo. Usted sabe, siete grandes compañías controlan los principales medios de comunicación a nivel planetario: las noticias, lo que se ve y no se debe ver; lo que se escucha y no se escucha, lo que se lee y no se debe leer. Siete grandes compañías. Pero usted sabe que la invasión de Irak dejó al menos 600.000 muertos, la mayor parte civiles y niños ¿para qué?
¿Cuántos muertos y destrucción dejó la intervención en la que era una próspera Libia (tenía el mejor índice de Desarrollo Humano de África según el PNUD)? ¿Para qué? ¿Para controlar el petróleo y el gas natural?
¿Sabe usted quién gobierna hoy ese país? ¿Cómo están las relaciones entre las tribus que lo pueblan? Muy poco, casi nada.
Ya no importa ese país y su gente. No importa Afganistán. Tampoco importa Siria, donde al menos más de 300.000 personas han perdido la vida.
Y ahora es el turno de Venezuela. Situación que nos debería importar mucho más por obvias razones. Allí, se ensaya el mismo modelo intervencionista aplicado en otras naciones: robo de recursos financieros; asfixia económica; aislamiento internacional; desconocimiento del gobierno y las instituciones.
Y ahora, promoción del miedo y del terror, vía cortes de luz, de agua y paramilitares. Y además, el Departamento de Estado quiere prohibirle a ese país decidir con cuáles países mantener relaciones.
¿Y qué dicen los organismos internacionales de estas maniobras unilaterales de la Casa Blanca y la oposición venezolana?
Volvemos al mismo tema. ¿Dónde está la OEA? ¿Dónde la Unión Europea? ¿Dónde la Alta Comisionado de Naciones Unidas?
En cuanto a la elite política nacional, bueno, es sabido, tanto los derechistas como buena parte de los progresistas, han sido contrarios desde el inicio al proyecto bolivariano.
Lo más vergonzoso, el apoyo del gobierno de Lagos al Golpe cívico-militar liderado por un empresario contra el Presidente H. Chávez. Si mal no recuerdo, la ministra de Defensa era Michelle Bachelet y la Canciller, Soledad Alvear.
En todo caso lector/lectora, no se preocupe, todo esto son sólo puras casualidades azarosas.
Desde Facebook:
Guía de uso: Este es un espacio de libertad y por ello te pedimos aprovecharlo, para que tu opinión forme parte del debate público que día a día se da en la red. Esperamos que tus comentarios se den en un ánimo de sana convivencia y respeto, y nos reservamos el derecho de eliminar el contenido que consideremos no apropiado