¿Es mucho pedir?

Aunque la distinción se ha hecho muchas veces en medio de juicios de alta connotación pública, persiste la errónea creencia de que cuándo alguien es imputado (a) por parte de los persecutores del Ministerio Público de quebrantar la ley, indefectiblemente eso es sinónimo de culpabilidad. Y eso es una falacia, además que existe la presunción de inocencia.

No perdiendo de vista éste aspecto esencial, uno no puede si no preguntarse acerca de las razones que determinan la detención preventiva de la machi Francisca Linconao Huircapán, máxime que judicialmente no se han acreditado de modo fehaciente su participación en ninguno de los hechos que se le atribuyen en el crimen del matrimonio Luchsinger-Mackay.

No obstante estar bajo sospecha de ser quien organizó el fatídico atentado, de haber sido recluída dos veces en la Cárcel de Mujeres de Temuco y habérsele impuesto además arresto domiciliario total, cuando el juez de garantía Luis Olivares le modificó la medida cautelar de su primer encierro, ella sigue siendo inocente “hasta que se demuestre lo contrario” mediante una sentencia judicial ejecutoriada. Lo único que hay en su contra es el testimonio entregado a la PDI por el comunero José Manuel Peralino, que sostiene que la planificación del atentado ocurrió en la casa de la machi y que además acudió al lugar de los hechos. 

Hay que probar esa participación en el infausto desenlace del matrimonio que murió calcinado y hasta dónde se sabe, la machi Linconao ha reiterado una y otra vez su absoluta inocencia.

Cuando estuvo con arresto domiciliario pudimos enterarnos como la afectaba la situación: “es otra forma de encierro” lamentándose del impedimento para desplazarse dentro de su comunidad ubicada en el sector de Rahue, comuna de Padre Las Casas, donde vive.

Se quejó que ese confinamiento la atenazaba, estorbaba su deseo de salir en busca de remedios naturales en las inmediaciones del lugar, como la imposibilidad de atender pacientes, menos realizar las ancestrales ceremonias. No obstante ésta descripción de su desánimo, reconoció que “en la cárcel es todo peor”.

Su retorno al recinto penitenciario de mujeres en la ciudad de Temuco es mortificarla aún más, ya que es en ese lugar donde ella más resiente su estado de salud. Justificar su encierro tras los barrotes de la prisión, aduciendo que “representa un peligro para la sociedad” es una exageración sin límites.

Hoy, cuando sabemos que producto de su decisión de iniciar una huelga de hambre para poner fin al zarandeo que la ha tenido en un entrar y salir de la cárcel, producto del deterioro que ha experimentado con el transcurrir de los días, hoy se encuentra hospitalizada y su vida se hace cada vez más frágil.

Es de esperar que esto no derive en tragedia y que prosperen los recursos que permitan su excarcelación y liberarla del hostigamiento para que pueda hacer frente a las pruebas que dice tener la fiscalía en su contra. Ahí se demostrará su inocencia o culpabilidad, no antes. ¿Es mucho pedir?

Su comparecencia al juicio nunca ha estado en discusión. Ella misma se encargó hace meses de dejar en claro que no obstante sentirse dolida ante tanta injusticia, no pensaba fugarse ni esconderse.

¿Usted cree- le dijo a una periodista que la entrevistaba- que a mis años voy a andar arrancando por ahí? (sic).

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