La dura realidad de las mujeres privadas de libertad

En mayo pasado, 180 mujeres privadas de libertad recibieron la noticia de que tendrán un tratamiento dental integral que incluye prótesis y que contribuirá a su reinserción social y laboral, pero sobre todo, a su autopercepción en un contexto tan difícil y rezagado como el carcelario.

“Volviendo a sonreír” es un Programa de Fundación PRODEMU y Gendarmería de Chile, quienes a través de un Fondo de Subvención Presidencial lograron el financiamiento para que estas mujeres, que cumplen condenas en seis penales del país, pudieran darse una oportunidad que les devuelva su dignidad. La aspiración de todos los que somos parte de este proyecto es que en el futuro se transforme en una política pública.

Para avanzar en facilitar la inserción laboral de las mujeres privadas de libertad debemos buscar mecanismos que reduzcan los obstáculos para la empleabilidad, como la omisión y eliminación de antecedentes, que se transforman en una condena accesoria. Por otra parte, el aspecto psicosocial de la reinserción tiene que ver con cómo la mujer de cárcel recupera su autoestima, mira su historia de vida y reconoce sus capacidades para salir adelante, fuera del contexto carcelario.

En “Volviendo a sonreír”, a través de diversos test y entrevistas sobre autopercepción, se pudo comprobar que la ausencia de dientes genera un autoalineamiento que se manifiesta tanto a nivel laboral como en sus relaciones interpersonales, con sus familias y amigos. Al devolverle la sonrisa a una mujer la estamos empoderando, le estamos dando una oportunidad.

Las mujeres privadas de libertad tienen como patrón común la vulnerabilidad. Un 62% de ellas sufrió algún tipo de maltrato en la infancia, como negligencia parental, agresión física, verbal, o abuso sexual. Un 71% declara haber sido víctima de algún tipo de agresión física, verbal o sexual de parte de sus parejas o convivientes.

Las mujeres representan apenas el 8% del total de la población penal y el 80% de ellas son madres. Para las mujeres en las cárceles, la reinserción tiene una doble dificultad, no sólo deben hacerse cargo de si mismas y del abandono sufrido por haber delinquido sino que, además, debe asumir rápidamente su rol de jefa de hogar, aportando económica y emocionalmente al desarrollo de sus hijos e hijas y otros familiares dependientes.

Hay un hecho importante de relevar. Tanto en las cárceles de hombres como de mujeres, en las filas de visitas, en su mayoría nos encontramos con sólo mujeres. En el caso de las cárceles de hombres, son sus parejas, y en el de las mujeres, son la madre, alguna hija, una hermana, quienes se hacen cargo tanto de los hijos como de llevar lo necesario o lo que requiera, pero no hay hombres porque un 80% de ellas declaran que sus parejas las han abandonado.

La realidad dice que las mujeres tenemos muchas y profundas brechas que nos separan de los hombres, el empoderamiento es clave para enfrentar estas brechas, sea el contexto donde nos encontremos, por ello no debemos olvidarnos de las mujeres que están privadas de libertad, ellas necesitan y merecen las oportunidades que les permita mirarse de otra forma. Debemos incluir la perspectiva de género en la política penitenciaria.

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