La fugacidad de los principios
Con respeto y sin juzgar en absoluto la decisión de los Magistrados, quiero manifestar mi opinión, sin sesgos políticos, ni de otra índole, exclusivamente fundamentado en los 35 años vinculado al mundo de las cárceles.
Me parece atingente hacerlo en estos momentos, ante el mediático caso Penta. Siempre he sido garante de la libertad provisional, mientras no haya una sentencia acierta, respecto de la responsabilidad delictual de quienes se investiga. Considero que si la hay la pena llegará rauda y en caso contrario habría sido abusiva, ya que se adelantaron culpabilidades que nunca hubo.
Lamentablemente en nuestro país se estima que la cárcel soluciona todo. No olvidemos que bajo ese concepto podría esconderse una satisfacción morbosa y sádica o por decirlo de otra forma, se quiere por ver correr sangre.
Lo he señalado siempre y me parece oportuno lo ya indicado para toda persona que se encuentre ante una investigación penal , sospechosa o con dudas de haber sido protagonista de algún ilícito, sean empresarios, empleados públicos, personas común y corrientes, profesionales o aquellos incluso que hayan tenido una carrera delictual conocida.
Con todo estimo que en casos muy contados podría considerarse esa medida, ante evidencias absolutas y ciertas de peligro para la sociedad.
Por otra parte, estoy en absoluto desacuerdo que se permita a los medios de comunicación, y especialmente televisivos, estar presente al interior de las Salas de Audiencia, ya que estimo se limita el sagrado fuero interno que es necesario se mantenga incólume, para que los jueces puedan fallar, sin la presión que quiera o no ejerce la ciudadanía, al tomar conocimiento de los procesos públicos.
Quiero recordar a la opinión pública lo que consideré cuando sucedió la estafa de la Polar.En esa oportunidad propuse que en lugar de pena carcelaria para quienes fuesen responsables de delitos económicos, devolvieran con creces, incluida importante multa, el monto robado.
Es más, para recuperar los valores y principios morales, que regulan las relaciones sociales- tan fugaces para algunos- debieran comenzar de cero, es decir, despojados de todos sus bienes, iniciar un nuevo proyecto de vida. Esto debido a la magnitud del delito que es ciertamente mayor y de gran connotación social, por todas sus repercusiones, debido a que estas personas tienen todo lo que la sociedad priva a tantos otros, para ser justos y honestos: familia , educación, privilegios, afectos, amor y oportunidades.
Señores parlamentarios les propongo estudiar esta posibilidad, aprovechando la modernización del Código Penal, a lo que ustedes se abocarán próximamente, introduciendo nuevos criterios que digan relación con estos escenarios que aún parecen abordados sin la profundidad y severidad que merecen. Todavía más, cuando cada día nos sorprenden más casos semejantes.
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