La sala del Senado aprobó en general el proyecto que establece normas de eficiencia hídrica y adaptación al cambio climático. Un avance, porque el proyecto busca reducir, por consecuencia, los efectos de la megasequía en nuestro país mediante el incentivo de la eficiencia hídrica y del uso racional del agua en el sector productivo. Este marco es necesario en la serie de acciones que debemos impulsar para superar la crisis por la falta de precipitaciones que arrastramos hace más de 10 años.
Todos los esfuerzos aislados para generar una política de eficiencia hídrica resultan infructuosos en la práctica. Por ello es tan relevante también el proyecto que presentamos con tal de regular el uso del agua de mar para desalinización. Pero si queremos que esto sea un real avance, sin puntos ciegos, debemos modificar el sistema de concesiones AHORA.
Aquello forma parte de una serie de acciones para abordar de manera integral las soluciones: Crear una estrategia de desalinización, con proyectos que siempre deben someterse a evaluación ambiental y establecer tarifas de extracción. Regular estos alcances es clave para no dejar a la voluntad del gobierno de turno o arbitrio personal materias tan importantes.
Lo digo porque en nuestra Región de Coquimbo, habiendo llegado a un consenso transversal -gobierno regional, autoridades centrales, ministerios de Agricultura y Obras Públicas- respecto de que no hay más alternativas que instalar al menos una planta desaladora por provincia, hoy ello está estancado. Hasta el momento esos proyectos no se han podido desarrollar en un acuerdo público-privado.
Lamentable, porque inversionistas extranjeros que han querido instalar plantas desaladoras para un uso más masivo, y con el actual sistema de concesiones, no han sido priorizados. Un ejemplo es el de empresas canadienses que han estado interesadas y, sin embargo, se entra en una suerte de tierra de nadie donde la decisión queda a cargo de un funcionario ante la ausencia de una estrategia de nivel nacional que permita que este tipo de proyectos se hagan de manera armónica.
Esto finalmente desincentiva la inversión extranjera, que puede ser un apoyo relevante en la expansión de plantas desaladoras. Así, es la burocracia que frena a potenciales inversionistas luego de darse cuenta de que tomaría hasta siete años obtener todos los permisos, más los años para las obras.
Al respecto, la Asociación Nacional de Empresas de Servicios Sanitarios advierte que existen 238 sistemas de producción de agua potable del país, y solo 3 utilizan plantas desaladoras, mientras que hoy es conocido que la mayoría de los proyectos de desalinización en Chile se enfocan en proporcionar agua a las operaciones mineras de la zona norte. Ello debemos equilibrarlo con ejemplos como el proyecto, financiado con fondos públicos, de construcción de plantas desalinizadoras locales para entregar agua potable a caletas y abastecer a pescadores de Totoralillo Norte, en La Higuera; Talcaruca, en Ovalle; Maitencillo, en Canela; y Chigualoco, en Los Vilos.
Sin embargo, debemos insistir en la concreción de un marco regulatorio que permita incorporar la inversión privada para poder expandir esta política pública. Sabido es que fondos y ejecución pública son acotados, avanzar en regular los alcances del uso de agua de mar para desalinización es una urgencia.
Se ha planteado establecer una tarifa de extracción, el proceso de sacar agua cada día es más necesario, pero también hay que establecer algunas reglas del juego, que permitan tener un valor que reditúe lo que puede ser una inversión para que el agua sea un bien nacional de uso público: Si alguien la quiere usar, evidentemente tiene que justificar ese uso, al tiempo que formar parte de proyectos en la senda de sustentabilidad del recurso.
Queremos que existan reglas del juego claras. Para eso también nos parece que es importante despejar lo que pueda ser una tarifa por la actividad.
Este proyecto cada día que pasa es más imprescindible y esperamos que el Ejecutivo tenga una propuesta que termine con los evidentes vacíos de un marco indispensable, que requiere ser acotado a la brevedad.
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