El hogar y la hoguera son dos conceptos íntimamente relacionados. Hoguera es aquel fuego que brinda calor, protección, alimento y asilo; mientras que el hogar es donde somos capaces de almacenar ese fuego, para cuidarnos los unos a los otros y forjamos a nuestras familias. Conseguir resguardar ese espacio y ese calor es una de las finalidades constantes en nuestras vidas.
En nuestro sur, el principal combustible para conseguir ese objetivo ha sido por siglos la leña, que alimenta estufas, salamandras y chimeneas, convirtiéndose en un elemento vital para poder conservar ese calor en el frío invierno que cada año nos azota.
Con eso en mente, cuando surgió la amenaza de la prohibición total de este combustible por la contaminación atmosférica no pude más que alzar la voz ante la tremenda injusticia que se generaría, y el daño a miles de hogares que dependen de la leña para dar calor a sus familias. Esta prohibición surge de quienes no conocen ni han padecido las inclemencias del clima del sur y mucho menos tienen necesidad de recurrir a la leña como combustible. Mientras tanto, nuestra gente en Valdivia, Panguipulli, Los Lagos, Corral y todo el sur se iba a ver limitada, sin acceder a un combustible barato y eficiente.
En este punto es importante destacar y desmentir algunos mitos como que un agente sumamente contaminante y poco eficiente, cuando lo cierto es que bien procesada, almacenada y utilizada resulta ser un combustible carbono neutral, cuestión que no sucede con ningún combustible fósil. El problema surge cuando la leña sobrepasa el 25% de humedad, generando una combustión incompleta y emanando monóxido de carbono y no CO2.
Lo anterior es el principal estigma sobre este combustible, y no es para menos, es cosa de recordar las imágenes de ciudades como Temuco en invierno, donde cada mañana amanecía con una neblina oscura, que poco tenía de agua, sino que era casi pura contaminación, pero al trabajar con leña seca, ese problema desaparece y conseguimos llevar calor a esos hogares de manera muchísimo más limpia.
Con ello en mente nos pusimos manos a la obra y trabajamos en un proyecto que reconociera a la leña como un biocombustible, cuestión que nos permitiría poder regularla en sus procesos productivos, almacenamiento y de distribución, garantizando así que un estándar de humedad y brindando recursos a los pequeños productores para contar con plantas de secado.
Este proyecto ya fue aprobado en sala y contó con apoyo transversal, por lo que está ad-portas de ser ley reconociendo a la leña como parte de la tradición y cultura de nuestra gente, pero con un nuevo estándar de calidad. Así, ni el medioambiente ni la salud de quienes lo utilizan se vean perjudicados y contribuye a mantener el calor de esa hoguera en nuestro hogar.
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