El desolador panorama que han ido dejando los incendios forestales que afectan a nuestro país, son resultado de una combinación fatal: negligencia inexcusable de personas y empresas, intencionalidad en algunos casos, una sequía prolongada. Ello acompañado de la ausencia de mecanismos de control y planificación de este tipo de tragedias, además de una institucionalidad forestal completamente sobrepasada. Como telón de fondo de todo esto, está el proceso de cambio climático mundial al que no siempre se le toma en serio.
Chile es uno de los países que menos aportan en materia de emisión de gases de efecto invernadero, pero es uno de los que sufre las mayores consecuencias. Las estimaciones de los paneles de expertos y de las Naciones Unidas sobre el tema no son alentadoras para Chile. Ya tenemos los efectos de sequías prolongadas, incendios y cambios paulatinos en los climas locales, lo que inevitablemente tendrá un efecto económico irreversible.
El Congreso de Chile ya ratificó el Acuerdo de París sobre cambio climático. Este instrumento multilateral busca el compromiso de los países para mantener el aumento de la temperatura media global muy por debajo de los 2ºC, y continuar extremando los esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC respecto de los niveles que se tenían en la era pre-industrial.
Como país, ya presentamos lo que será nuestra contribución en el período 2020-2030, y que es reducir en un 30% las emisiones por unidad PIB. Si contamos con ayuda internacional, incluso podríamos llegar al 45%. Entre otras cosas, la más llamativa es la intención de reforestar 100 mil hectáreas con bosque nativo principalmente.
A esto se suma la agenda de energía que nos planteamos en este gobierno y que apunta a un plan de largo plazo para dotar a Chile de energía cada vez más limpia y menos dependiente de combustibles fósiles, inestables en el precio y muy contaminantes.
Es así que este debate que se dio de manera muy intensa en París, termina aplicándose en Vichuquén, Santa Olga, Curepto, Navidad, Los Vilos y tantas otras localidades afectadas por estos incendios. Es cierto que el origen de las llamas deben ser investigadas para sancionar a los responsables, pero el tema de fondo y la causa última sigue ahí, el cambio climático.
Chile ha hecho lo suyo y ha comprometido su esfuerzo en esta tarea mundial, pero lo cierto es que la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estado Unidos y la poca voluntad de los países más contaminantes del Asia, ponen en duda que logremos las metas en los plazos establecidos. En rigor, contra ese panorama hay poco que podamos hacer.
La clave parece estar en el reordenamiento de la economía nacional, buscar nuevos focos de desarrollo, cambiar nuestra matriz productiva, ajustar nuestra agricultura y nuestra matriz energética, para intentar que los efectos inevitables sean menos costosos para nuestra economía y para nuestras familias.
No podemos detener solos el calentamiento global, pero podemos hacer ajustes que eviten este tipo de tragedias como las que hemos visto. Y eso sí que está en nuestras manos.
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