El cuidado y la preservación del medio ambiente así como el desarrollo de energías limpias y renovables son dos pilares fundamentales para un desarrollo económico global sustentable, ya que sin su presencia se paralizan los sistemas económicos tanto de aquellas economías desarrolladas como subdesarrolladas, como es el caso de nuestro país. Es por esto que comparto plenamente cuando se postula que el desarrollo económico sustentable es el que determina el carácter de las sociedades y no a la inversa.
El “Día D” ambiental llegó hoy y fue anunciado por la Red Global de la Huella Ecológica, que señala que Chile terminará con todos sus recursos naturales y renovables disponibles para este año, lo que no solo es un balde de agua fría para el desarrollo económico sustentable de Chile, sino que además marca un punto de inflexión para el rumbo futuro, puesto que no es fácil cargar con la pesada mochila de ser el primer país latinoamericano en estar en un peligroso “Sobregiro Ecológico” y vivir de las reservas futuras, más aun cuando nuestro país preside la COP25 o Conferencia de las partes de la convención marco de Naciones Unidas sobre el cambio climático.
Los embates del cambio climático actualmente muestran que la presencia de CO2 (dióxido de carbono) en la atmósfera superó la marca de los 415 partes por millón aproximadamente, duplicando en un tramo de poco más de 100 años los niveles que existían antes de la era industrial, generando un alza de los costos económicos planetarios en unos 4.500 millones de dólares asociado a las alteraciones medioambientales, considerando aproximadamente unos 18.000 eventos meteorológicos severos, según datos de la OCDE 2019.
Sin embargo, esta alerta mundial para nuestro país y que nos golpea fuertemente, ya que ni siquiera llegamos aun a la mitad de este 2020 no se puede tomar como un antojadizo dato casuístico sino que es un llamado a la alerta para cambiar las conductas personales que tenemos como ciudadanos cohabitantes de una sociedad y del rol que deben asumir las empresas productivas de bienes y servicios, ya que hacia el año 2050 no solo viviremos en un país más caluroso, menos lluvioso y con más afectación de los glaciares debido a la peligrosa variación de temperatura y mal uso de inescrupulosos que solo ven un fin bursátil, sino que se observará un avance sustantivo de la desertificación en la distribución geográfica debido a la menor disponibilidad del recurso hídrico.
Finalmente las políticas públicas en materia medioambiental no solo deben quedar en simples slogans sino que deben ser efectivas para asegurar la calidad de vida de los ciudadanos, de la flora y fauna y de las futuras generaciones.
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